jueves, 23 de mayo de 2013

Mas que una carrera..una experiencia. Transvulcania 2013.

Y llegó el día, aquel en que toca olvidarse de los entrenos, de enfrentarte a tus miedos, de reencontrarte con amigos que hace tiempo no veías, aquel en el que todo el mundo te dará ánimos y un abrazo antes de que empiece la carrera, te desearán suerte y te dirán que nos vemos en la meta...pero muchos, muchísimos no llegarán, quedarán por el camino, derrotados por el terreno, por sus piernas o por su mente, para mí y de corazón, mi más sincera enhorabuena por tener el valor de haberse enfrentado a La Bestía, sean de la media o de la ultra, que nadie se piense que esto es un paseo de rosas. Hoy es el día en que me enfrento a mis miedos.

Son las 5:15 de la mañana, se acerca la hora, y como si de una manifestación se tratase, los corredores se dirigen a pasar el control de chip, son decenas, cientos, miles de corredores dispuesto a ponerse a prueba. Yo como en cada carrera, ya sea de 5km o de 83km, estreno ansiedad, pero esta vez hay algo diferente, algo que antes quizás nunca me había pasado por la cabeza en la previa una carrera, hoy voy preparado para sufrir, preparado para dar lo mejor de mi mismo, pero sobre todo a disfrutar de una carrera. Pasamos el control de chip y los nervios van aumentando, es imposible controlarlos. La gente ajusta sus relojes, enciende sus frontales, revisa hasta el ultimo detalle de su equipación...muchos ubican a los cuatro o cinco a los que quieren ganarles, son sus referencias de carrera, yo por mi parte solo pienso en una cosa, en terminar, en superarme a mi mismo, en estar listo para sufrir y sobre todo en no rendirme nunca, esa es mi motivación.

Comienza la cuenta atrás, suena a todo volumen por los altavoces AC/DC y antes de que me dé cuenta, la carrera ya ha comenzado. Los primeros kilómetros los afrontamos a un ritmo bastante alto, queríamos evitar el atasco que se forma en la entrada del sendero que nos llevará hasta Los Canarios, una larga fila de luces se ha apoderado de la oscuridad de ese sendero, en fila como si de hormigas se tratasen van llenando el sendero de luces, es como si alguien hubiera llenado la oscuridad con un rosario gigante de luces, se dirigen a toda velocidad hacia Los Canarios. Vamos juntos, somos 3 pero como si fuéramos uno, nos gritamos, nos ubicamos, nos separamos y nos reencontramos, pero siempre 3...en formación de a uno.

Por el camino me encuentro con Santi, el primero de Los Correcaminos, la liebre, el que siempre tiene prisa por llegar, y siempre llega, comparto unos metros con él, me cuenta algunas anécdotas de su llegada hasta la salida, vamos juntos unos metros, luego desaparecerá, su ritmo es demoledor, mejor dejarlo ir.

Los Canarios, ese pueblo es increíble, llegas y te parece que eres el ganador de la carrera, apenas son las 7 de la mañana y todo el pueblo te recibe con palabras de ánimo, te alientan, te aplauden, se sienten orgullosos de que corras por su pueblo, nadie en ese pueblo se ha quedado en su casa, nadie quiere perderse a estos locos pasar por allí con destino a no se sabe donde, unos a la meta, otros  no pero para ellos y para mi, todos son unos campeones.

La carrera comienza a estirarse, hombres y mujeres de entre 18 y 70 años llevados por una fuerza insuperable que les impulsa a correr van conquistando el sendero. En el transcurso medirán una y otra vez su propio tiempo, están tratando de ganarle a alguien, a ellos mismos.

La carrera continúa, algunos literalmente vuelan sobre el sendero, otros corren, algunos trotan y muchos caminan. Disfrutan cuando te adelantan, pero te alientan, te animan y te dicen que no aflojes. El ambiente es magnifico, comienza a amanecer y un paisaje paradisíaco va apareciendo antes nosotros, una paisaje donde se mezclan pinos, lava, picón, arena,...

Me tiran de la mochila, noto un como alguien me agarra, algo tira de mí, me retiene… pienso que sea alguno de mis compañeros que quieren parar para algo, pero no, es Yeray, otro correcaminos, el palmero incansable, que alegría ver a alguien conocido de nuevo, compartiremos unos kilómetros y luego proseguirá su marcha, está en buena forma, va a buen ritmo, se le ve contento y feliz, suerte Yeray.

Pasan los kilómetros, seguimos en formación de a uno, aunque seamos tres, seguimos funcionando en equipo, si uno para todos paran, si uno se cansa otro se pone en cabeza para seguir tirando del resto, si uno se queda en silencio, otro habla para ir amenizando el paso del tiempo. Y a ratos comienzo a preguntarme donde estará el primer avituallamiento de sólidos, es en El Pilar, ya queda menos aunque por momentos me pregunto si estoy loco, en mi casa tengo todo el liquido y toda la comida que quiero pero en cambio aquí me encuentro en mitad de ninguna parte, intentando subir pendientes inhumanas, pensando siempre en dar un paso más, sufriendo y disfrutando al mismo tiempo… en compañía de todo es más fácil.

 
Llegamos al refugio de El Pilar, hemos tardado mas de 3 horas en atravesar Las Deseadas, durante esos 19 kilómetros me he tropezado con otro Correcaminos, Felix, el correcaminos volador, ese hombre no sabe correr, solo sabe volar, a penas me da tiempo de saludarlo y poco mas, va rápido, muy rápido, llegará a El Pilar sin darse cuenta, la carrera se le hará corta, voló durante esos 26 kilómetros, ténganle miedo cuando se anime a distancias mas largas, promete plantar cara. Y de pronto y sin previo aviso, así es como surgen en la vida la mayoría de los verdaderos problemas, apareció antes nosotros, una gran pendiente, mas bien aquello parecía un muro, como si de la Gran Muralla China se tratase, esa pendiente inhumana ascendía y ascendía y continua montaña arriba hasta donde nuestra vista alcanzaba, Las Deseadas!!!no sé quien las  denominó así, pero el único
deseo que se pasa por la cabeza es que no haya otro subida más, pero eso no se cumple, hay una, y otra y luego otra… hasta que por fin comienza la bajada, nos llevará hasta El Pilar.

El recibimiento es espectacular, cientos, quizás miles de personas se agolpan en ese punto, para muchos es su final, aquí está la meta de la Media, muchos corredores cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo. Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta. Llevan un cartel en la frente que enciende y apaga que dice “Llegué -Tarea Cumplida”. Se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes. Se tiran al suelo y otra vez se levantan porque van a saludar a los que llegan después que ellos. Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo. Disfrutan de los aplausos, disfrutan de su esfuerzo y de haber cumplido su objetivo, han llegado.

A nosotros aun nos quedan 57 kilómetros, es hora de reponer fuerzas, de comer algo, de volver a llevar nuestras mochilas de líquidos, de limpiar nuestras zapatillas de piedras y como no, de seguir disfrutando.  Allí nos esperan Enma, Segura y Tinguaro, nos animan, nos aplauden y nos guían, en verdad yo no me fijo que haya más gente, voy concentrado en comer, en beber, en dosificarme para afrontar los siguientes kilómetros. Nos dejamos guiar por ellos, Enma nos saca unas fotos y nos anima, eso nos da un poco de fuerzas y continuamos nuestra marcha. La cosa se pondrá dura a partir de ahora.
 
 

Una pista nos conducirá hasta El Reventón, es una pista amplia, con algo de desnivel, se estrechará un poco mas adelante y volveremos a formación de a uno, pero seguimos siendo tres. Hay mucha gente por el camino, adelantamos, nos adelantan, volvemos a adelantar, pero siempre sin dejar de animarnos unos a otros, el buen ambiente reinará durante toda la carrera. A pocos kilómetros de El Pilar nos topamos con Mohamed Ahansal, 5 veces ganador del Marathon des Sables, se retira…UPPSS, la cosa se pone sería, esto ya no es una broma, un tio que gana 5 veces esa Marathon y aquí se retira, tocará apretar los dientes a partir de ahora.

Llevamos 5 horas y 27 minutos, 34 kilómetros, estamos en el Reventón, al fondo se observa ya el Roque de Los Muchachos, unos kilómetros, quizás una o dos horas y estaremos allí, ERROR!! Viene para mí, la parte clave de la carrera… esas bolas blancas están ahí, pero nunca llegan, se acercan y se vuelven a alejar, subes, bajas, serpenteas, no hay siquiera un poco de sombra, estás a 2.000 metros de altitud y cuanto más corres, más lejos están esas bolas. Aquí es donde toca poner a prueba la mente y el cuerpo, incluso hasta el punto de llegar al agotamiento, el fracaso y el colapso total del cuerpo estarán siempre presentes durante las próximas 4 horas, 17 kilómetros en los que hay que estar dispuesto a sufrir, en lo que piensas por qué estás ahí, piensas en si vale la pena, en por qué no retirarse y dejar de sufrir, pero siempre continuas, simplemente es un sentimiento que no tiene explicación, un sentimiento de satisfacción que nada tiene que ver con ser el mejor, ni con llegar el primero, solamente satisfacción por el trabajo bien hecho, un sentimiento que te lleva a dar un paso tras otro, disfrutando de cada paso, sufriendo a cada paso. Ese sentimiento puede ser tan maravilloso como cualquier otra cosa que la vida pueda ofrecer. Supongo que el hecho de disfrutar del trabajo duro es más un gusto adquirido, más que un placer o una diversión, pero una vez adquirido, uno puede sentirse bien de más formas y la vida será mucho mejor. Más duro, mejor.
 
 

Los últimos metros antes de llegar al Roque los corremos junto a Segura y Tinguaro, de nuevo han estado durante horas esperando por nosotros en ese punto, eso no tiene precio… solo por no defraudarlos a ellos seguiría corriendo hasta donde hiciera falta. Ellos y Enma nos han esperado, confiando siempre en que llegaríamos, han aguantado al Sol, al calor y al tiempo durante horas, solo para animarnos durante unos minutos, allí comeremos y nos cambiaremos los tenis para afrontar el descenso, terreno nuevo, tenis nuevos. En ese punto se ven muchas caras, caras de dolor, caras de sufrimiento, caras de derrota, pero también caras de satisfacción, caras de ilusión, caras de alegría… muchos no pasarán de este punto, como había ya leído muchas veces, este es el punto clave, hay que llegar con piernas al Roque, con piernas y con cabeza. 9 horas y 50 minutos, 57km…continuamos.

Comienza la bajada, será terrorífica, sobre todo la segunda parte a partir de la torreta del Time. La primera parte la afrontamos con ánimos, bajamos a buen ritmo, saltamos, serpenteamos, nos unimos a varios grupos, adelantamos a bastante gente, vamos animados y con piernas… lo peor había pasado ya. Vuelvo a equivocarme!!! Lo peor estaba por venir. No sé en que momento, ni cual fue la causa, pero los pies se me habían ido llenando de ampollas, cada paso era como pisar sobre un manto de agujas afiladas, intentaba correr, pero pisar era como meter el pie en un infierno… a partir de aquí nuestro paso se ralentizará, Victor y Jose no paraban de esperarme, me siento un poco culpable por ralentizarlos tantos, intento correr a tramos pero por momentos me es imposible, corro y camino, intento correr pero los pies me duelen como nunca me habían dolido, nos restan 12 kilómetros en los que no pararan de esperarme, en los que les iré ralentizando paso a paso, pero en los que nunca me abandonarán, sin Jose y Victor esperándome el infierno de la bajada hubiera sido mucho peor, si es que eso es posible. GRACIAS.… salimos como un equipo, corrimos como un equipo, morimos como un equipo, llegamos como un equipo.

Al final la línea de meta, hemos dado la vuelta a La Palma, 83 kilómetros, 14 horas, 44 minutos, 44 segundos, 8.525 metros de desnivel acumulados.

Gracias chicos, si ustedes esto no hubiera sido posible, Gracias Jose por animarme a esta aventura, por enseñarme y compartir tu tiempo conmigo, a Victor por compartir sus entrenos conmigo y por retener su ganas de bajar durante los últimos kilómetros, sé que te hubiera gustado bajar mucho más rápido y que estabas preparado para ello. A Enma, Victor y Tinguaro por creer en nosotros, esperarnos y animarnos sin importar cuantas horas tardáramos en aparecer, gracias a todos de verdad. Y como no, a Cristo, por esperarme en la meta, por recibirme como si realmente hubiera ganado algo ,por creer que iba a llegar y esperarme durante tantas horas en esa línea de llegada.
 
 

 Y al final, una conclusión:

Cuando corro, mi tiempo es para mí, sin molestarme en pensar en horarios, ni obligaciones ni ninguna otra preocupación que ronde por mi cabeza ese día. La mayoría de la gente corre una carrera para ver quien es el más rápido, yo soy pésimo corriendo (yo lo sabrán), pero yo no corro para ver si soy más rápido que nadie, yo corro una carrera para ver quien tiene más agallas. Intento no correr con las piernas, sino con el corazón y por eso cada carrera me hace feliz. Uno ha de darse cuenta de que puede ser su propio héroe, de perseguir sus sueños y de escuchar a su corazón, es ahí donde está la verdadera victoria. IMPOSIBLE NO ES UN HECHO, ES SOLO UNA OPINIÓN.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Un tipo peligroso este cerebro

Realmente lo que tenemos es una capacidad infinita para ser infelices. Tenemos que aprender a centrar nuestra atención en una sola cosa, aquella que más nos interese. . El problema es que nuestro cerebro es capaz de imaginar peligros…, ¡y que sólo con imaginarlos desencadena unos efectos idénticos a los peligros reales!
  • ¡Un tipo peligroso, este cerebro…!
Cuantas veces no nos habremos planteado el hacer algo (en mi caso correr, salir en bici,...) y solo de pensarlo ya estamos cansados, desganados o simplemente desmotivados. No nos damos la oportunidad a nosotros mismo de salir a probar, de fracasar o de sufrir por algo que realmente nos apetecía pero que simplemente nuestro cerebro nos dijo “NO!”...todos podemos permitirnos el lujo de pensar por un instante que que no somos capaces de algo y de esa manera muchas batallas se han perdido antes de comenzar, el éxito comienza con el pensamiento, si piensas que puedes hacerlo, podrás; si piensas que puedes hacerlo pero no te atreves, no podrás; la batalla de la vida no siempre la gana el más fuerte o el más ligero, porque tarde o temprano, el que gana, es el que cree poder hacerlo.

Hoy, no sé como ha ocurrido, pero he quedado con 3 amigos diferentes para poder entrenar un poco, por la mañana un poco de gym y luego 12km de monte y por la tarde me esperan 40km de bici y otros 10 de carrera en asfalto, en un primer momento me planteé que eso era una locura, que no creo que pudiera aguantar tanto, que me estaba pasando...pero luego y reflexionando un poco, me di cuenta de una cosa, no puedo rendirme antes de intentarlo, debe intentarlo, disfrutar del momento, de los amigos, de la experiencia y de la compañía...y luego dejar que sea mi cuerpo quien decida si eso es posible, no puedo rendirme sin siquiera intentarlo, debo creer que es posible y luego esperar que mis piernas no se rindan, que mi cerebro no se esconda tras la roca de la comodidad, que mis ganas no rehuyan de la batalla contra el “comodismo”..porque luego y casi con total seguridad sé que disfrutaré, que sufriré, que lo pasaré mal y que al final me sentiré satisfecho y habré acumulado una experiencia más en esta vida, mucho mejor que quedarme en el sofá acostado durante toda la tarde (si lo sé, pero no más cómodo).

Así que allí voy, la tarea está cumplida a medias, el gym y la carrera por la montaña ya están superados, solo queda la mitad...

“Kiss or kill. Besa o mata. Besa la gloria o muere en el intento. Perder es morir, ganar es sentir. La lucha es lo que diferencia una victoria, a un vencedor. ¿Cuántas veces has llorado de rabia y de dolor? ¿Cuán­tas veces has perdido la memoria, la voz y el juicio por agotamiento? ¿Y cuántas veces, en esta situación, te has dicho: «¡Otra vez! ¡Un par de horas más! ¡Otro ascenso! El dolor no existe, solo está en tu men­te. Contrólalo, destrúyelo, elimínalo y sigue. Haz sufrir a tus rivales. Mátalos»? Soy egoísta, ¿verdad?.

El deporte es egoísta, porque se debe ser egoísta para saber luchar y sufrir, para amar la soledad y el infier­no. Detenerse, toser, padecer frío, no sentir las piernas, tener náu­seas, vómitos, dolor de cabeza, golpes, sangre… ¿Existe algo mejor? El secreto no está en las piernas, sino en la fuerza de salir a co­rrer cuando llueve, hace viento y nieva; cuando los relámpagos prenden los árboles al pasar por su lado; cuando las bolas de nieve o las piedras de hielo te golpean las piernas y el cuerpo desnudo con­tra la tormenta y te hacen llorar y, para proseguir, debes enjuagarte las lágrimas para poder ver las piedras, los muros o el cielo.

Renun­ciar a unas horas de fiesta, a unas décimas de nota, decir «¡no!» a una chica, a las sábanas que se te pegan en la cara. Ponerle huevos y salir bajo la lluvia hasta que te sangren las piernas debido a los gol­pes que te has dado al caer al suelo por el barro, y levantarte de nue­vo para seguir subiendo… hasta que tus piernas griten a pleno pul­món: «¡Basta!». Y te dejen colgado en medio de una tormenta en las cumbres más lejanas, hasta la muerte. Las mallas empapadas por la nieve que arrastra el viento y que se te pega también en la cara y te hiela el sudor. Cuerpo ligero, pier­nas ligeras. Sentir cómo la presión de tus piernas, el peso de tu cuer­po, se concentra en los metatarsos de los dedos de los pies y ejerce una presión capaz de romper rocas, destruir planetas y desplazar continentes. Con ambas piernas suspendidas en el aire, flotando como el vuelo de un águila y corriendo más veloces que un guepar­do. O bajando, con las piernas deslizándose por la nieve y el barro, justo antes de impulsarte de nuevo para sentirte libre para volar, para gritar de rabia, odio y amor en el corazón de la montaña, allá donde solo los más intrépidos roedores y las aves, agazapados en sus nidos bajo las rocas, pueden convertirse en tus confesores. Solo ellos conocen mis secretos, mis temores. Porque rendirse es morir.

Y uno no puede morirse sin haberlo dado todo, sin romper a llorar por el dolor y las heridas, uno no puede abandonar. Hay que luchar hasta la muerte. Porque la gloria es lo más grande, y solo se debe aspirar a la gloria o a perderse por el camino habiéndolo dado todo. No vale no luchar, no vale no sufrir, no vale no morir… Ha llegado la hora de sufrir, ha llegado la hora de luchar, ha llegado la hora de ganar.”

Besa o mata. Estas son las palabras que leeré antes de salir a entrenar esta tarde con Adri y Jonay.

jueves, 15 de marzo de 2012

Correr no es divertido

Después de varios años corriendo, he llegado a una conclusión; correr no es divertido. Es demasiado duro para alguien como yo para ser divertido. Ni siquiera los corredores más devotos yo pienso que describirían la experiencia de realizar un entrenamiento típico – y menos una carrera de competición – como divertida. A mí me gusta correr como al que más en este mundo, pero no precisamente porque la experiencia pueda ser descrita como divertida, a menos que esté con otra gente, en cuyo caso la diversión no está en la carrera, sino en la gente.

No quiero decir con esto que la carrera no me guste, Sí que me gusta, pero del mismo modo que cualquier otra forma de trabajo duro le gusta a quien lo practica con pasión. A mí me gusta correr como a un escritor le gusta escribir o a un cirujano puede gustarle operar. Un cirujano experimentado no sonríe mientras realiza una compleja operación. Frunce el ceño, se concentra en su trabajo, da todo lo que sabe para hacerlo lo mejor posible, se concentra y da precisas y complicadas instrucciones...y acaba agotado. Del mismo modo, hasta el escritor más apasionado siente pavor algunos días cuando se sienta ante un ordenador con la pantalla en blanco y piensa ¿a ver que escribo hoy?. Pero un buen cirujano no cambiaría el agotamiento posterior a una operación por nada, como tampoco un escritor se rendirá nunca ante una pantalla en blanco, porque el cirujano es cirujano y el escritor es escritor, mejores o peores pero lo intentarán hacer lo mejor que sepan y puedan. Les gusta la experiencia y es una expresión de quien son realmente.

Los corredores, o por lo menos los que yo conozco, sienten lo mismo ante una carrera. Una dura y agotadora experiencia le queda por delante, los dejará agostados pero felices de haber terminado. Algunos días da hasta miedo empezar a correr, no tendrás ganas, hará frío, estarás cansado, pero correrás porque la experiencia de la carrera nos gusta, como una expresión de quién somos realmente, el correr es parte de nosotros.

Una vez leí un artículo de Mihaly Csíkszentmihályi (si, tuve que copiar el nombre de internet,jajajaja...) profesor de psicología en la Universidad de Claremont (California) y fue jefe del departamento de psicología en la Universidad de Chicago y del departamento de sociología y antropología en la Universidad Lake Forest. Ha destacado por su trabajo acerca de la felicidad, la creatividad, el bienestar subjetivo y la diversión, pero es más famoso por su creación de la idea de flujo, esboza su teoría de que la gente es más feliz cuando está en un estado de "fluir"-concentración o absorción completa en la actividad o situación en la que se encuentran. Es algo que todos hemos percibido más de una vez, y se caracteriza por una sensación de gran libertad, gozo, compromiso y habilidad, durante la cual las sensaciones temporales (la hora, la comida y el yo) suelen ignorarse, aunque quizás muchos (o los pocos que leerán esto) asemejen esa sensación con otra que no es la de correr (el amor). El fluir es lo que se siente al correr, y es de alguna manera algo muy diferente a la diversión, en la mayoría los casos, porque requiere un duro trabajo. Aunque en muchos sentidos, es mejor que la diversión.

Correr no es divertido, pero los mejores días se convierte en algo perfecto.

La carrera te enseña que existe una diferencia entre trabajar duro y sentirse mal. La cultura del consumismo actual intenta enseñarnos una cosa ¿Cuántos anuncios de televisión, prensa y radio hablan de como “hacernos la vida más fácil”? Si todo lo que supiéramos de la vida lo aprendiéramos de la televisión, la prensa o la radio, nuestro objetivo sería vivir lo más tranquila, cómoda y apaciblemente posible (me recuerda a una película que vivían sus vidas en una cama conectados a un ordenador, no recuerdo cual ahora). Creeríamos entonces que las únicas sensaciones buenas son los placeres sensuales, como beberse un refresco, la diversión de conducir un coche caro y tumbarse en la playa a coger sol.

Pero eso no es cierto. Poner a prueba la mente y el cuerpo, incluso hasta el punto de llegar al agotamiento, el fracaso y el colapso total del cuerpo, puede ser tan maravilloso como cualquier otra cosa que la vida pueda ofrecer. Supongo que el hecho de disfrutar del trabajo duro es más un gusto adquirido que un placer o una diversión, pero una vez adquirido, uno puede sentirse bien de más formas y la vida será mucho mejor. Más duro y mejor.

Cuando corro, mi tiempo es para mí, sin molestarme en pensar en horarios, ni obligaciones ni ninguna otra preocupación que ronde por mi cabeza ese día. La mayoría de la gente corre una carrera para ver quien es el más rápido, yo soy pésimo corriendo (yo lo sabrán), pero yo no corro para ver si soy más rápido que nadie, yo corro una carrera para ver quien tiene más agallas. Intento no correr con las piernas, sino con el corazón..y por eso cada carrera me hace feliz. Uno ha de darse cuenta de que puede ser su propio héroe, de perseguir sus sueños y de escuchar a su corazón..es ahí donde está la verdadera victoria.

sábado, 10 de marzo de 2012

Tu eliges

La semana pasada corrí la II Carrera Nocturna de La Laguna. La verdad que no había planeado correrla, lo había comentado con Cristo e incluso casi habíamos concretado que la correríamos juntos. No sé por qué, pero la idea se difuminó en mi cabeza durante el transcurso de la semana, y llegado el día ni siquiera lo recordaba, no la esperaba con ansias, ni había planeado especialmente la semana para ir a correrla. Tanto fue así que hasta olvide inscribirme, no tenía dorsal, en mis planes no entraba el correr ese día y hasta tenia pensado ir a correr por la tarde un par de decenas de kilómetros para que no perder la costumbre.

Pero no sucedió así, al final Cristo me avisó, corrí con un dorsal prestado, sin entrenar de manera especial, ni comer, ni siquiera descansar un poco ese día antes de la carrera. Solamente me llamo, dejé lo que estaba haciendo y me apresuré a toda velocidad hacia mi casa para recoger un pantalón corto, unos tenis, una camisa...y las ganas de correr, de automotivarme a seguir durante los últimos kilómetros cuando el cuerpo ya empieza a pedir un respiro, de disfrutar de la carrera, de compartirla con amigos y conocidos que allí se congregarían, en definitiva, de vivirla!!

Y así fue, para mí yo lo resumiría en una sola frase “Veni, vidi, vici”

No fui el más rápido, ni el primero de mi categoría, ni quede en un puesto de honor, ni siquiera en un puesto digno de mencionar, pero hubo una cosa que no cambió por ninguna de esas ya mencionadas...HUBO MUCHA GENTE QUE NO CREYÓ EN MÍ, que no pensó que hubiera podido quedar en ese puesto, que incluso me buscó en la lista y no me encontró (ya comente que corrí con un dorsal prestado, gracias Sergio), que no creen en mí porque no creen en ellos mismos, y por eso me siento genial, porque muchos me dicen que no podré, que no puedo o que no he podido, que eso es imposible para mí, que no soy capaz de esto de aquello, que dudan de mí sin darme siquiera la posibilidad de intentarlo. Lo que no saben es que eso lo único que hace en mí es aumentar mis ganas, hacerme más fuerte, tener ganas de sufrir más y termine en el puesto que termine y haga el tiempo que haga, para mí yo soy un ganador sin importar lo que piensen los demás, sin importarme si quedé el primero o el último (preferiría quedar el primero, no me voy a engañar), si mejoré mi tiempo del año anterior o no, porque en mi interior sé que lo he dado todo, que no he podido sufrir más, que no me he podido sacrificar más durante la carrera y que he dado hasta el último aliento de mi cuerpo por hacerlo lo mejor que yo sé.

Soy una persona cuya constitución es casi la peor posible para correr, mi peso que sobrepasa con creces los 80kg, consume hasta el último átomo se oxigeno que mis pulmones son capaces de absorber en cada bocanada de aire para alimentar a cada uno de mis músculos, mis rodillas sufren en cada pisada como si sobre ellas cayeran una prensa hidráulica que las aplastara con una fuerza jamas imaginable por ellas, mi técnica es nula, desconozco totalmente cual es la manera correcta de correr, mis entrenos no son nada técnicos, yo solo sé salir a correr y ya está, nada de series ni progresiones, solo corro hasta terminar exhausto y entonces corro un poco más y luego paro.

Por todo ello cada carrera que termino es un éxito para mí, y a pesar de no saber correr, de no prepararme específicamente para correr, de no tener ni idea de como dosificarme ni de cual es la manera correcta de pisar y poder avanzar cada vez más en cada pisada, si que sé una cosa, y es que he dado todo lo que he podido, que no he ahorrado ni un ápice de sufrimiento ni de sacrificio en ningún instante y que pudiendo haber elegido el dejar de sufrir en cualquier instante, no lo he hecho, he sido fuerte y he continuado hasta llegar a la meta, y eso para mí me cuenta como una victoria propia, no sé vivir de otra manera.

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye? Yo era pequeño, 5 o 6 años, así que no tenia aún la sabiduría de los adultos. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

NO QUIERO SER UN ELEFANTE DE CIRCO!!

jueves, 1 de marzo de 2012

Nunca te confundas

He perdido la cuenta de cuantos días seguidos sin descanso llevo entrenado. Vienen a mi mente flashes de la ruta hasta Teno con Jonay, de la carrera por el monte con Guti hace dos días, de las clases de spinning los días que no he podido salir a rodar en bici, de las idas y venidas desde Santa Cruz hasta las Teresitas, en compañía de Domi y otras veces yo solo, de las ascenciones por el Bailadero en bicicleta, de la ascensión al Teide por la cara norte, todo entrelazo con cortas pero intensas sesiones de gimnasio...veo imágenes sueltas en mi cabeza, y aunque ha habido muchos momentos de sufrimiento, solo viene a mi mente buenos recuerdos de cada uno de esos entrenos.

A pesar de ello, mis piernas están doloridas, pesadas como si fueran de hormigón y no de goma como deberían de ser para afrontar nuevos retos. Siento como me cuesta moverlas, y como un pequeño dolor se apodera de ellas en cada pisada, creo que piden un descanso urgente. Mis energías decaen día tras día y lo noto en que mi cuerpo pide cada día más comida, la necesita para poder seguir este ritmo.

Hoy al terminar la sesión matinal de gimnasio con Goyo, aunque no ha sido ni más larga ni más intensa que en otras ocasiones he llegado a casa y aún no era ni mediodía, pero necesitaba comer, estaba cansado y hambriento, así que he decidido comer y acostarme en la cama a leer un poco, sin planear nada, sin prisas, sin horarios. Poco a poco me he ido dejando dormir en la cama mientras leía, hasta que al final me he rendido al sueño y me he dejado dormir.

Al abrir los ojos eran las 14:15, pero lo único que se me ocurre es esconder la cabeza debajo de las sábanas y apretar con fuerzas mi cuerpo contra el colchón. Noto como el calor me recorre, desde los dedos de los pies hasta las mejillas, siento como si me encontrara ante una chimenea que impide que el frío exterior cale en mi piel. Mis brazos, piernas y tronco se mueven al compás en el interior de la cama hasta encontrar esa postura perfecta, esa postura en la que te pasarías horas disfrutando. Mis músculos están completamente relajados y no ejercen ninguna fuerza para poder mantenerse en su postura actual. Mi cabeza está en paz y rodeada por un silencio absoluta que reina ahora mismo en mi casa, creo que podría pasarme el resto de la tarde en esta postura, sin pensar en nada, sin planificar nada, sin moverme, no lo necesito mi postura es perfecta y las sensaciones que recorren mi cuerpo también lo son. No tengo ni frío, ni calor, no tengo hambre, la postura es perfecta, no me duele nada y por mi mente no pasa ningún pensamiento, solamente una sensación de placer indescriptible. Es como si mi mente hubiera abandonado mi cuerpo, floto en el espacio, disfruto, y dejo que el sueño me traslade a mundos imaginarios, vuelo libre, el placer me invade, ¿no es eso mucho mejor que tener que salir a entrenar en la bici durante horas al frió del invierno mientras tus piernas no paran de dolerte ni un segundo? Me dejo seducir por esa idea, tras tantos días sin parar, el confort de la cama es la mayor de las recompensas, y creo que me la merezco.

¿Y si resulta que hoy me encontrado a mi mismo, y he hallado la felicidad de disfrutar de la vida de una nueva manera? Si la solución consiste sencillamente en dejar que el cuerpo disfrute sin tener que ponerlo al límite, creo que esto si que es vida.

Me echo a reír!!!!!!!!. He estado a punto de dejarme convencer por mis propios pensamientos, ESTO NO ES FELICIDAD, SOLO ES COMODIDAD!!!!!! me levanto de la cama, me preparo las mallas, el GPS, reviso la bicicleta, cojo un botellín de agua y como no, mi Ipod para que me acompañe durante el entreno de hoy, me voy destino el Bailadero aunque el tiempo está feo, las piernas me duelen y he perdido la cuenta de los días llevo sin parar,...han sido 2 horas y 5 minutos de felicidad, un nuevo récord personal para mí, una nueva batalla ganada y una sensación de libertad y soledad acumulada.

Hoy he aprendido una nueva lección, los límites no existen para nuestro cuerpo. De él solamente dependerá nuestra velocidad y nuestras fuerzas, pero los límites reales, aquellos que nos conducen al abandono o a seguir luchando, los que nos permiten alcanzar nuestros sueños, esos no dependen de nuestro cuerpo, sino de nuestra mente, de nuestra motivación, de las ganas de hacer realidad los sueños.


NO CONFUNDAS LA COMODIDAD CON LA FELICIDAD!!

domingo, 26 de febrero de 2012

Hasta el infinito!! y más allá!!


Son las 6:50am de la mañana del 26 de Febrero de 2012, domingo de piñata...suena el despertador. No me lo creo, solo unas pocas horas han transcurrido desde que ayer por la tarde fuera a correr los 15km que separan Santa Cruz de San Andrés en compañía de Jose Angel, hace frío, me he perdido la única fiesta del año en la que realmente me gusta, aun me duelen las piernas, pero así y todo me levanto con ilusión, motivado y con un ganas de vivir la vida que siempre he soñado.

El desafio de hoy me gusta, recorrer los 180km que separan mi casa de la Punta de Teno, el punto más alejado a donde se puede llegar en esta isla. Desayuno, lo mismo de siempre, me visto, con la misma ropa de entreno, preparo la bicicleta, la misma de otras veces, mi fiel compañera...solo una cosa es nueva, la motivación y las ganas, renovadas durante las pocas horas de sueño de la noche anterior, de salir a entrenar durante horas, sin siquiera saber si lograré llegar o en que condiciones, nunca he intentado una tirada tan larga de kilómetros, pero sueño con lograrlo, pienso que lo lograré, creo que podré y con esa mentalidad salgo de mi casa. Hasta el infinito!!y más allá!!


Aun se ve por la calles mucha gente disfrazada, gente que clava sus miradas en mí, seguramente pensado “está loco, mira que salir en bici y no haber bajado anoche a emborracharse”, puede que lo esté, pero no es mi locura lo que me mueve, es mi motivación, y precisamente de eso he estado pensando hoy durante las 6 horas que tardamos en recorrer la distancia prevista, y de eso quiero escribir hoy.

Hace ya cerca de 3 meses cuando en Navidad nos hicimos unos cuantos propósitos que, se suponía, nada ni nadie impediría su ejecución desde ese lugar llamado "el mundo de las posibilidades". Puede que el tema no consistiera en propósitos, sino en auténticas necesidades que no admitían demora: bajar ese sobrepeso para evitar indicios de enfermedad. Hacerles hueco a esos estudios imposibles de resolver si se dejan para última hora. Apuntarse al gimnasio, para llevar una vida más sana, que mejore notablemente nuestra calidad de vida. Incluso, apostar por una relación seria, que estabilice de una vez por todas nuestra vida.

Todas estas situaciones apelan a una de las características común: la automotivación.

O, lo que es lo mismo, esa capacidad de motivarse por uno mismo, de encontrar las fuerzas movilizadoras en nuestro interior, sin tener que esperar a que estímulos externos nos pongan las pilas. Acostumbrados a una sociedad altamente sofisticada precisamente en el arte de proporcionarnos ese tipo de estímulos; a un sistema educativo que premia los resultados finales y a la competitividad; a un sistema productivo basado históricamente en el palo y la zanahoria..., es fácil deducir que no hemos sido entrenados en la tolerancia a la frustración, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.

¿Por qué fallan los propósitos? La respuesta requiere una observación y otra pregunta: ¿Cuándo nos hacemos esos propósitos? Cuando una parte de nosotros reconoce lo que debería estar haciendo y no hace. Dicho de otro modo, un propósito suele ser una obligación que nos imponemos. Pero no nos gusta hacer nada por obligación, y menos aún si es por y para nosotros mismos. Ahí es donde se echa en falta la automotivación.

Este año seré puntual; voy a dedicar más tiempo a la familia; haré más deporte; aprenderé inglés; me tomaré las cosas con más tranquilidad... Todas son frases que apuntan a un escenario futuro, al que pretendemos acceder por mero convencimiento. Sinceramente, la cosa así no funciona. Las intenciones sin estrategia son meros brindis al sol.

Si a todo ello le añadimos que los propósitos se suelen plantear coincidiendo con épocas de inicio, ese recomenzar se asemeja a un marcador que se pone a cero, como si el tiempo se aliara con nuestros propósitos para darnos un empujoncito. Se trata de un espejismo más. Volveremos a nuestros hábitos adquiridos a no ser que pongamos en ello algo más que buenas intenciones.

La capacidad de motivarnos tiene mucho que ver con nuestra auténtica voluntad. Pero ¿es lo mismo la voluntad que la intención? Muchas personas dicen, por ejemplo, que quieren dejar de fumar. Ésa es su intención. Se han cargado de excelentes motivos para dejarlo, pero al mismo tiempo reconocen que no tienen suficiente fuerza de voluntad. Por tanto, voluntad e intención son cosas diferentes. Quizá sea útil distinguir entre aquello que hemos convertido en un deseo y aquello que en realidad estamos dispuestos o no a hacer.

Estamos motivados cuando sentimos deseo, anhelo, voluntad, ansia o carencia. O, lo que es lo mismo, cuando necesitamos resolver nuestras necesidades. Algunas son básicas, pero muchas otras se generan por nuestra capacidad de crearnos todo tipo de expectativas. Dicho de forma menos elegante: vamos detrás de lo que nos da la gana aunque probablemente no nos haga falta alguna. Pero se nos ha metido entre ceja y ceja y ahora sólo queda consumirlo.

Luchamos entre hacer lo que nos da la gana o adaptarnos a las exigencias del medio cuando nos impone un esfuerzo personal. Eso cuesta más mientras circulen mensajes publicitarios del tipo "Lo quieres, lo tienes". Hace falta mucho autocontrol y tener muy claras nuestras motivaciones si queremos sobrevivir a la vorágine social, haya más o menos crisis. Que la motivación venga de fuera es lo más fácil. En cambio, nos fortalecemos cuando somos capaces de motivarnos por nosotros mismos, estar motivado cuando la motivación viene de fuera no nos hace ser más fuertes.

Qué sentido puede tener hacerse propósitos que no vamos a cumplir, si no es para autocastigarnos un ratito y retomar ese viejo discurso que nos acompaña hace años, consistente en demoler nuestra identidad por nuestras incapacidades. Nos infligimos un cierto sufrimiento como para expiar la culpa de no tener más voluntad a mano. Entonamos un mea culpa por el desánimo que sentimos ante el esfuerzo que nos hemos ahorrado.

Automotivarse, como todo, es un aprendizaje. Y aprendemos entrenándonos. Y nada mejor para lograrlo que unas cuantas pequeñas frustraciones. La automotivación se ejercita cuando somos capaces de orientarnos hacia el logro, obteniendo como beneficio la satisfacción por el esfuerzo realizado, por la ilusión y el optimismo que hemos generado en la aventura de conquistar nuestros retos cotidianos. Cuando, en definitiva, fluimos con lo que hacemos. Ese fluir es impagable.

Si toda esa gente que observaba a dos extraños pedaleando a las 8,30am de un domingo de piñata supiera la satisfacción que da el lograr algo que te has propuesto, entonces no hubiéramos sido dos locos ciclistas rodando hasta el faro del fin del mundo.

martes, 14 de febrero de 2012

Da cada día lo que puedas

Me gusta cuando me pinta de sus colores, me encanta cuando me roba todo el calor, disfruto de cada dolor que recorre mi cuerpo cada vez que pedaleo, o de cada esfuerzo que realizo para dar cada paso en la montaña destino a la meta final, terminar el entreno y dar todo lo que puedo...pero hoy no era uno de esos días.

Llevo tiempo sin escribir, pero no por ello sin entrenar ni sin disfrutar de la libertad que me proporciona el deporte. A estas alturas de mes el GPS marca ya 80km de montaña, 350km de bicicleta y cerca de 40km de rodaje en llano...no esta siendo un mes muy duro de cifras, pero el tiempo no acompaña, casi en todas las salidas ha llovido, ha hecho mal tiempo o como hoy, el viento a jugado en mi contra, así que por ahora estoy contento con esas cifras, no pretendo ser el mejor en nada, solo superarme a mi mismo, un reto que por ahora me voy ganando.

Las últimas salidas habían sido, la subida al barrando al de Tahodio, 80km de bici con dos idas y sus correspondientes vueltas hasta Igueste, la ascensión a Arico con perdida incluida que finalizó con un total de 30km debida al desconocimiento exacto de la ruta (a pesar del GPS) y ayer para rematar, 20km de asfalto, todo eso mezclado con algunas clases de spinning debido al mal tiempo reinante...hoy a las 7,30h sonaba el despertador para ir a trabajar.

Suena el despertador, abro los ojos y lo primero que siento es un dolor general en el cuerpo, me duele todo, los kilómetros acumulados en la última semana se notan por todo mi cuerpo. No soy un buen corredor, no me cansaré de escribirlo (ni de pensarlo), ni tengo un técnica refinada ni un buen estilo, así que mis piernas sufren en cada carrera que hago, mis rodillas se quejan en cada descenso de montaña y mi espalda grita en cada ascensión. Eso no logrará pararme, pero si hace que los dolores y las sobrecargas se acumulen en mí exponencialmente, aunque eso indudablemente forma parte del juego.

Me dirijo a la ducha, para ver si un poco de agua caliente logra reactivar alguna parte mi cuerpo. Como aún es temprano y me queda un poco de tiempo para llegar al trabajo puedo dedicar 15 minutos a estirar un poco todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo...después de todo este ritual parece que algo se ha aliviado, pero sigo muerto, muerto físicamente y lo que es peor, muerto mentalmente.

Ahh, se me olvidaba comentarlo!! hoy tengo entreno con Adri (50 de bici y 8 de carrera)...mi cuerpo y mi mente me odian con todas sus ganas, pero en el fondo de mí aun queda un poco de espíritu de sacrificio, una pizca de constancia y un toque de autosuperación que me llevan a continuar con el entreno fijado. No puedo rendirme, sería un fracaso personal al que en un día como hoy, no estoy dispuesto. Si fuera un día que tuviera ganas, o un día que me encontrase al 100% (cosa que casi nunca ocurre por cierto) o simplemente que no me apeteciese, entonces si podría posponer el entreno de hoy, dejarlo voluntariamente para otro día y simplemente descansar y hacer un poco de sesión en el gimnasio, pero hoy no, no puedo permitirme que mi cuerpo y mi mente se alíen en mi contra.

A lo largo de la mañana, las ganas no van en aumento, pero por lo menos el cuerpo va entrando en calor y los dolores que recorren todo mi cuerpo van disminuyendo. Un café, dos cafés,...pero por si alguien no lo sabe o aun no se ha dado cuenta, el café no aumente las ganas de hacer nada, solo evita que nos dejemos dormir, y yo, no tengo sueño.

Son las 14.00, hora de salir, destino, Las Teresitas. El día está nublado, hace viento, esta a punto de empezar a llover, y encima no tengo ganas de entrenar...el día perfecto para ponerme a prueba, si hoy puedo, siempre podré (me repito en mi interior una y otra vez).

Desde el comienzo del entreno ya notamos como será un día duro, el viento juega en nuestra contra, podríamos haber escogido la estrategia de tirar un rato cada uno, así por lo menos durante un instante uno de los dos iría cubierto del viento tras la estela del otro, pero no, hemos venido a entrenar, a sufrir y a mejorar, y eso haremos, desde el primer metro hasta el último kilómetro rodaremos en paralelo. Una cosa inexplicable ocurre en esa recta, cuando vas el viento juega en tu contra y cuando vuelves igualmente, como si el viento quisiera jugarte una mala pasada, sigue soplando en tu contra.

De este modo rodamos durante los primeros 20 primero kilómetros, estábamos un poco cansados del viento, las piernas seguían sufriendo los kilómetros de los días anteriores, el frío no disminuía y la lluvia empezaba a acecharnos, así que tomamos una decisión...próximo destino Igueste, donde haría mas frio, nos tocaría subir en vez de rodar en llano, las piernas dolerían más, los pulmones nos pedirían que tomáramos más aire en cada bocanada, el corazón aumentaría su ritmo y las ganas de bajarnos de la bici no cesarían en ningún instante. ¿Esto no es lógico, verdad? Pues sí, si que lo es, porque en la vida hay que sacrificarse, sobreponerse a las ganas, al viento y al frío, a los dolores y la desgana, porque todo eso son signos de que seguimos vivos, y mientras sigamos vivos tenemos que seguir adelante.

De este modo recorrimos los 6 kilómetros de ida y los 6 de vuelta que nos separaban de Igueste, la lluvia hizo acto de presencia, el frío hacia que la subida fuera mas dura de lo que ya es, las gana seguían sin aparecer, pero ahí seguida dando pedales, poniendo buena cara al mal tiempo, y no mirando mas allá del siguiente metro, fijarme un objetivo más ambicioso que ese en el día de hoy hubiera sido una locura.

El resto de los kilómetros hasta alcanzar los 50 fijados no tuvieron nada de diferente, fueron igualmente una pesadilla, vueltas y vueltas con el viento en nuestra contra...al final 50km, objetivo conseguido.

El tiempo no había sido el mejor, los kilómetros no habían sido demasiados, el ritmo (a causa del viento) no había sido demodelor, pero había terminado y eso para mí ha sido un victoria. Una conclusión he sacado de este día de hoy...SI HOY PUEDE, SIEMPRE PODRÉ.