miércoles, 21 de marzo de 2012

Un tipo peligroso este cerebro

Realmente lo que tenemos es una capacidad infinita para ser infelices. Tenemos que aprender a centrar nuestra atención en una sola cosa, aquella que más nos interese. . El problema es que nuestro cerebro es capaz de imaginar peligros…, ¡y que sólo con imaginarlos desencadena unos efectos idénticos a los peligros reales!
  • ¡Un tipo peligroso, este cerebro…!
Cuantas veces no nos habremos planteado el hacer algo (en mi caso correr, salir en bici,...) y solo de pensarlo ya estamos cansados, desganados o simplemente desmotivados. No nos damos la oportunidad a nosotros mismo de salir a probar, de fracasar o de sufrir por algo que realmente nos apetecía pero que simplemente nuestro cerebro nos dijo “NO!”...todos podemos permitirnos el lujo de pensar por un instante que que no somos capaces de algo y de esa manera muchas batallas se han perdido antes de comenzar, el éxito comienza con el pensamiento, si piensas que puedes hacerlo, podrás; si piensas que puedes hacerlo pero no te atreves, no podrás; la batalla de la vida no siempre la gana el más fuerte o el más ligero, porque tarde o temprano, el que gana, es el que cree poder hacerlo.

Hoy, no sé como ha ocurrido, pero he quedado con 3 amigos diferentes para poder entrenar un poco, por la mañana un poco de gym y luego 12km de monte y por la tarde me esperan 40km de bici y otros 10 de carrera en asfalto, en un primer momento me planteé que eso era una locura, que no creo que pudiera aguantar tanto, que me estaba pasando...pero luego y reflexionando un poco, me di cuenta de una cosa, no puedo rendirme antes de intentarlo, debe intentarlo, disfrutar del momento, de los amigos, de la experiencia y de la compañía...y luego dejar que sea mi cuerpo quien decida si eso es posible, no puedo rendirme sin siquiera intentarlo, debo creer que es posible y luego esperar que mis piernas no se rindan, que mi cerebro no se esconda tras la roca de la comodidad, que mis ganas no rehuyan de la batalla contra el “comodismo”..porque luego y casi con total seguridad sé que disfrutaré, que sufriré, que lo pasaré mal y que al final me sentiré satisfecho y habré acumulado una experiencia más en esta vida, mucho mejor que quedarme en el sofá acostado durante toda la tarde (si lo sé, pero no más cómodo).

Así que allí voy, la tarea está cumplida a medias, el gym y la carrera por la montaña ya están superados, solo queda la mitad...

“Kiss or kill. Besa o mata. Besa la gloria o muere en el intento. Perder es morir, ganar es sentir. La lucha es lo que diferencia una victoria, a un vencedor. ¿Cuántas veces has llorado de rabia y de dolor? ¿Cuán­tas veces has perdido la memoria, la voz y el juicio por agotamiento? ¿Y cuántas veces, en esta situación, te has dicho: «¡Otra vez! ¡Un par de horas más! ¡Otro ascenso! El dolor no existe, solo está en tu men­te. Contrólalo, destrúyelo, elimínalo y sigue. Haz sufrir a tus rivales. Mátalos»? Soy egoísta, ¿verdad?.

El deporte es egoísta, porque se debe ser egoísta para saber luchar y sufrir, para amar la soledad y el infier­no. Detenerse, toser, padecer frío, no sentir las piernas, tener náu­seas, vómitos, dolor de cabeza, golpes, sangre… ¿Existe algo mejor? El secreto no está en las piernas, sino en la fuerza de salir a co­rrer cuando llueve, hace viento y nieva; cuando los relámpagos prenden los árboles al pasar por su lado; cuando las bolas de nieve o las piedras de hielo te golpean las piernas y el cuerpo desnudo con­tra la tormenta y te hacen llorar y, para proseguir, debes enjuagarte las lágrimas para poder ver las piedras, los muros o el cielo.

Renun­ciar a unas horas de fiesta, a unas décimas de nota, decir «¡no!» a una chica, a las sábanas que se te pegan en la cara. Ponerle huevos y salir bajo la lluvia hasta que te sangren las piernas debido a los gol­pes que te has dado al caer al suelo por el barro, y levantarte de nue­vo para seguir subiendo… hasta que tus piernas griten a pleno pul­món: «¡Basta!». Y te dejen colgado en medio de una tormenta en las cumbres más lejanas, hasta la muerte. Las mallas empapadas por la nieve que arrastra el viento y que se te pega también en la cara y te hiela el sudor. Cuerpo ligero, pier­nas ligeras. Sentir cómo la presión de tus piernas, el peso de tu cuer­po, se concentra en los metatarsos de los dedos de los pies y ejerce una presión capaz de romper rocas, destruir planetas y desplazar continentes. Con ambas piernas suspendidas en el aire, flotando como el vuelo de un águila y corriendo más veloces que un guepar­do. O bajando, con las piernas deslizándose por la nieve y el barro, justo antes de impulsarte de nuevo para sentirte libre para volar, para gritar de rabia, odio y amor en el corazón de la montaña, allá donde solo los más intrépidos roedores y las aves, agazapados en sus nidos bajo las rocas, pueden convertirse en tus confesores. Solo ellos conocen mis secretos, mis temores. Porque rendirse es morir.

Y uno no puede morirse sin haberlo dado todo, sin romper a llorar por el dolor y las heridas, uno no puede abandonar. Hay que luchar hasta la muerte. Porque la gloria es lo más grande, y solo se debe aspirar a la gloria o a perderse por el camino habiéndolo dado todo. No vale no luchar, no vale no sufrir, no vale no morir… Ha llegado la hora de sufrir, ha llegado la hora de luchar, ha llegado la hora de ganar.”

Besa o mata. Estas son las palabras que leeré antes de salir a entrenar esta tarde con Adri y Jonay.

jueves, 15 de marzo de 2012

Correr no es divertido

Después de varios años corriendo, he llegado a una conclusión; correr no es divertido. Es demasiado duro para alguien como yo para ser divertido. Ni siquiera los corredores más devotos yo pienso que describirían la experiencia de realizar un entrenamiento típico – y menos una carrera de competición – como divertida. A mí me gusta correr como al que más en este mundo, pero no precisamente porque la experiencia pueda ser descrita como divertida, a menos que esté con otra gente, en cuyo caso la diversión no está en la carrera, sino en la gente.

No quiero decir con esto que la carrera no me guste, Sí que me gusta, pero del mismo modo que cualquier otra forma de trabajo duro le gusta a quien lo practica con pasión. A mí me gusta correr como a un escritor le gusta escribir o a un cirujano puede gustarle operar. Un cirujano experimentado no sonríe mientras realiza una compleja operación. Frunce el ceño, se concentra en su trabajo, da todo lo que sabe para hacerlo lo mejor posible, se concentra y da precisas y complicadas instrucciones...y acaba agotado. Del mismo modo, hasta el escritor más apasionado siente pavor algunos días cuando se sienta ante un ordenador con la pantalla en blanco y piensa ¿a ver que escribo hoy?. Pero un buen cirujano no cambiaría el agotamiento posterior a una operación por nada, como tampoco un escritor se rendirá nunca ante una pantalla en blanco, porque el cirujano es cirujano y el escritor es escritor, mejores o peores pero lo intentarán hacer lo mejor que sepan y puedan. Les gusta la experiencia y es una expresión de quien son realmente.

Los corredores, o por lo menos los que yo conozco, sienten lo mismo ante una carrera. Una dura y agotadora experiencia le queda por delante, los dejará agostados pero felices de haber terminado. Algunos días da hasta miedo empezar a correr, no tendrás ganas, hará frío, estarás cansado, pero correrás porque la experiencia de la carrera nos gusta, como una expresión de quién somos realmente, el correr es parte de nosotros.

Una vez leí un artículo de Mihaly Csíkszentmihályi (si, tuve que copiar el nombre de internet,jajajaja...) profesor de psicología en la Universidad de Claremont (California) y fue jefe del departamento de psicología en la Universidad de Chicago y del departamento de sociología y antropología en la Universidad Lake Forest. Ha destacado por su trabajo acerca de la felicidad, la creatividad, el bienestar subjetivo y la diversión, pero es más famoso por su creación de la idea de flujo, esboza su teoría de que la gente es más feliz cuando está en un estado de "fluir"-concentración o absorción completa en la actividad o situación en la que se encuentran. Es algo que todos hemos percibido más de una vez, y se caracteriza por una sensación de gran libertad, gozo, compromiso y habilidad, durante la cual las sensaciones temporales (la hora, la comida y el yo) suelen ignorarse, aunque quizás muchos (o los pocos que leerán esto) asemejen esa sensación con otra que no es la de correr (el amor). El fluir es lo que se siente al correr, y es de alguna manera algo muy diferente a la diversión, en la mayoría los casos, porque requiere un duro trabajo. Aunque en muchos sentidos, es mejor que la diversión.

Correr no es divertido, pero los mejores días se convierte en algo perfecto.

La carrera te enseña que existe una diferencia entre trabajar duro y sentirse mal. La cultura del consumismo actual intenta enseñarnos una cosa ¿Cuántos anuncios de televisión, prensa y radio hablan de como “hacernos la vida más fácil”? Si todo lo que supiéramos de la vida lo aprendiéramos de la televisión, la prensa o la radio, nuestro objetivo sería vivir lo más tranquila, cómoda y apaciblemente posible (me recuerda a una película que vivían sus vidas en una cama conectados a un ordenador, no recuerdo cual ahora). Creeríamos entonces que las únicas sensaciones buenas son los placeres sensuales, como beberse un refresco, la diversión de conducir un coche caro y tumbarse en la playa a coger sol.

Pero eso no es cierto. Poner a prueba la mente y el cuerpo, incluso hasta el punto de llegar al agotamiento, el fracaso y el colapso total del cuerpo, puede ser tan maravilloso como cualquier otra cosa que la vida pueda ofrecer. Supongo que el hecho de disfrutar del trabajo duro es más un gusto adquirido que un placer o una diversión, pero una vez adquirido, uno puede sentirse bien de más formas y la vida será mucho mejor. Más duro y mejor.

Cuando corro, mi tiempo es para mí, sin molestarme en pensar en horarios, ni obligaciones ni ninguna otra preocupación que ronde por mi cabeza ese día. La mayoría de la gente corre una carrera para ver quien es el más rápido, yo soy pésimo corriendo (yo lo sabrán), pero yo no corro para ver si soy más rápido que nadie, yo corro una carrera para ver quien tiene más agallas. Intento no correr con las piernas, sino con el corazón..y por eso cada carrera me hace feliz. Uno ha de darse cuenta de que puede ser su propio héroe, de perseguir sus sueños y de escuchar a su corazón..es ahí donde está la verdadera victoria.

sábado, 10 de marzo de 2012

Tu eliges

La semana pasada corrí la II Carrera Nocturna de La Laguna. La verdad que no había planeado correrla, lo había comentado con Cristo e incluso casi habíamos concretado que la correríamos juntos. No sé por qué, pero la idea se difuminó en mi cabeza durante el transcurso de la semana, y llegado el día ni siquiera lo recordaba, no la esperaba con ansias, ni había planeado especialmente la semana para ir a correrla. Tanto fue así que hasta olvide inscribirme, no tenía dorsal, en mis planes no entraba el correr ese día y hasta tenia pensado ir a correr por la tarde un par de decenas de kilómetros para que no perder la costumbre.

Pero no sucedió así, al final Cristo me avisó, corrí con un dorsal prestado, sin entrenar de manera especial, ni comer, ni siquiera descansar un poco ese día antes de la carrera. Solamente me llamo, dejé lo que estaba haciendo y me apresuré a toda velocidad hacia mi casa para recoger un pantalón corto, unos tenis, una camisa...y las ganas de correr, de automotivarme a seguir durante los últimos kilómetros cuando el cuerpo ya empieza a pedir un respiro, de disfrutar de la carrera, de compartirla con amigos y conocidos que allí se congregarían, en definitiva, de vivirla!!

Y así fue, para mí yo lo resumiría en una sola frase “Veni, vidi, vici”

No fui el más rápido, ni el primero de mi categoría, ni quede en un puesto de honor, ni siquiera en un puesto digno de mencionar, pero hubo una cosa que no cambió por ninguna de esas ya mencionadas...HUBO MUCHA GENTE QUE NO CREYÓ EN MÍ, que no pensó que hubiera podido quedar en ese puesto, que incluso me buscó en la lista y no me encontró (ya comente que corrí con un dorsal prestado, gracias Sergio), que no creen en mí porque no creen en ellos mismos, y por eso me siento genial, porque muchos me dicen que no podré, que no puedo o que no he podido, que eso es imposible para mí, que no soy capaz de esto de aquello, que dudan de mí sin darme siquiera la posibilidad de intentarlo. Lo que no saben es que eso lo único que hace en mí es aumentar mis ganas, hacerme más fuerte, tener ganas de sufrir más y termine en el puesto que termine y haga el tiempo que haga, para mí yo soy un ganador sin importar lo que piensen los demás, sin importarme si quedé el primero o el último (preferiría quedar el primero, no me voy a engañar), si mejoré mi tiempo del año anterior o no, porque en mi interior sé que lo he dado todo, que no he podido sufrir más, que no me he podido sacrificar más durante la carrera y que he dado hasta el último aliento de mi cuerpo por hacerlo lo mejor que yo sé.

Soy una persona cuya constitución es casi la peor posible para correr, mi peso que sobrepasa con creces los 80kg, consume hasta el último átomo se oxigeno que mis pulmones son capaces de absorber en cada bocanada de aire para alimentar a cada uno de mis músculos, mis rodillas sufren en cada pisada como si sobre ellas cayeran una prensa hidráulica que las aplastara con una fuerza jamas imaginable por ellas, mi técnica es nula, desconozco totalmente cual es la manera correcta de correr, mis entrenos no son nada técnicos, yo solo sé salir a correr y ya está, nada de series ni progresiones, solo corro hasta terminar exhausto y entonces corro un poco más y luego paro.

Por todo ello cada carrera que termino es un éxito para mí, y a pesar de no saber correr, de no prepararme específicamente para correr, de no tener ni idea de como dosificarme ni de cual es la manera correcta de pisar y poder avanzar cada vez más en cada pisada, si que sé una cosa, y es que he dado todo lo que he podido, que no he ahorrado ni un ápice de sufrimiento ni de sacrificio en ningún instante y que pudiendo haber elegido el dejar de sufrir en cualquier instante, no lo he hecho, he sido fuerte y he continuado hasta llegar a la meta, y eso para mí me cuenta como una victoria propia, no sé vivir de otra manera.

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye? Yo era pequeño, 5 o 6 años, así que no tenia aún la sabiduría de los adultos. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

NO QUIERO SER UN ELEFANTE DE CIRCO!!

jueves, 1 de marzo de 2012

Nunca te confundas

He perdido la cuenta de cuantos días seguidos sin descanso llevo entrenado. Vienen a mi mente flashes de la ruta hasta Teno con Jonay, de la carrera por el monte con Guti hace dos días, de las clases de spinning los días que no he podido salir a rodar en bici, de las idas y venidas desde Santa Cruz hasta las Teresitas, en compañía de Domi y otras veces yo solo, de las ascenciones por el Bailadero en bicicleta, de la ascensión al Teide por la cara norte, todo entrelazo con cortas pero intensas sesiones de gimnasio...veo imágenes sueltas en mi cabeza, y aunque ha habido muchos momentos de sufrimiento, solo viene a mi mente buenos recuerdos de cada uno de esos entrenos.

A pesar de ello, mis piernas están doloridas, pesadas como si fueran de hormigón y no de goma como deberían de ser para afrontar nuevos retos. Siento como me cuesta moverlas, y como un pequeño dolor se apodera de ellas en cada pisada, creo que piden un descanso urgente. Mis energías decaen día tras día y lo noto en que mi cuerpo pide cada día más comida, la necesita para poder seguir este ritmo.

Hoy al terminar la sesión matinal de gimnasio con Goyo, aunque no ha sido ni más larga ni más intensa que en otras ocasiones he llegado a casa y aún no era ni mediodía, pero necesitaba comer, estaba cansado y hambriento, así que he decidido comer y acostarme en la cama a leer un poco, sin planear nada, sin prisas, sin horarios. Poco a poco me he ido dejando dormir en la cama mientras leía, hasta que al final me he rendido al sueño y me he dejado dormir.

Al abrir los ojos eran las 14:15, pero lo único que se me ocurre es esconder la cabeza debajo de las sábanas y apretar con fuerzas mi cuerpo contra el colchón. Noto como el calor me recorre, desde los dedos de los pies hasta las mejillas, siento como si me encontrara ante una chimenea que impide que el frío exterior cale en mi piel. Mis brazos, piernas y tronco se mueven al compás en el interior de la cama hasta encontrar esa postura perfecta, esa postura en la que te pasarías horas disfrutando. Mis músculos están completamente relajados y no ejercen ninguna fuerza para poder mantenerse en su postura actual. Mi cabeza está en paz y rodeada por un silencio absoluta que reina ahora mismo en mi casa, creo que podría pasarme el resto de la tarde en esta postura, sin pensar en nada, sin planificar nada, sin moverme, no lo necesito mi postura es perfecta y las sensaciones que recorren mi cuerpo también lo son. No tengo ni frío, ni calor, no tengo hambre, la postura es perfecta, no me duele nada y por mi mente no pasa ningún pensamiento, solamente una sensación de placer indescriptible. Es como si mi mente hubiera abandonado mi cuerpo, floto en el espacio, disfruto, y dejo que el sueño me traslade a mundos imaginarios, vuelo libre, el placer me invade, ¿no es eso mucho mejor que tener que salir a entrenar en la bici durante horas al frió del invierno mientras tus piernas no paran de dolerte ni un segundo? Me dejo seducir por esa idea, tras tantos días sin parar, el confort de la cama es la mayor de las recompensas, y creo que me la merezco.

¿Y si resulta que hoy me encontrado a mi mismo, y he hallado la felicidad de disfrutar de la vida de una nueva manera? Si la solución consiste sencillamente en dejar que el cuerpo disfrute sin tener que ponerlo al límite, creo que esto si que es vida.

Me echo a reír!!!!!!!!. He estado a punto de dejarme convencer por mis propios pensamientos, ESTO NO ES FELICIDAD, SOLO ES COMODIDAD!!!!!! me levanto de la cama, me preparo las mallas, el GPS, reviso la bicicleta, cojo un botellín de agua y como no, mi Ipod para que me acompañe durante el entreno de hoy, me voy destino el Bailadero aunque el tiempo está feo, las piernas me duelen y he perdido la cuenta de los días llevo sin parar,...han sido 2 horas y 5 minutos de felicidad, un nuevo récord personal para mí, una nueva batalla ganada y una sensación de libertad y soledad acumulada.

Hoy he aprendido una nueva lección, los límites no existen para nuestro cuerpo. De él solamente dependerá nuestra velocidad y nuestras fuerzas, pero los límites reales, aquellos que nos conducen al abandono o a seguir luchando, los que nos permiten alcanzar nuestros sueños, esos no dependen de nuestro cuerpo, sino de nuestra mente, de nuestra motivación, de las ganas de hacer realidad los sueños.


NO CONFUNDAS LA COMODIDAD CON LA FELICIDAD!!