viernes, 27 de enero de 2012

Un lugar llamado libertad

Darlo todo hasta morir, o morir en el intento, sin miedos, sin medias tintas, sin temor al fracaso, solo pensando en lograrlo. El fracaso es siempre una opción posible, lo que no es posible es fracasar por no haberlo dado todo, sin haberlo intentado hasta perder el aliento, sin haber dado todo lo que tenias en tu interior, y después de darlo todo, un poco más!! Me gusta esa actitud, es la que he aplicado durante estos últimos años, no en el deporte, pero si en otros objetivos, darlo todo, y después, un poco más!fracasar es una opción, no dar todo lo que puedas, no.

Tocaba salir en bici, Adri me había avisado, pero no pude salir con él por la mañana, tocaba trabajar. Eso dejo en mi interior unas ganas inmensas de salir a rodar, de volver a sentir el aire en mi cara, de volver a sentirme libre durante unas horas, pero primero debía de ir a trabajar, tenía que cumplir con mis obligaciones, quedan pocos días en este trabajo, pero me gusta cumplir hasta el final, igual que en el deporte. Eran las 15.00 horas, hora de salir de trabajar, apenas quedaban 3h y media de Sol, así que había que apresurarse, la luz comenzaba se declive y por ello no había tiempo que perder.

Apenas llegue a casa, preparé todo y salí directamente a rodar, no hubo tiempo siquiera de almorzar, el Sol jugaba en mi contra. A las 16.00 ya estaba todo dispuesto, la bici montada, el GPS listo, las ganas hasta sobraban...era hora de comenzar, el objetivo 60km en 2 horas.

Nada mas iniciar la marcha, una cosa llamó mi atención, todo un elenco de ciclista había decidido hoy salir a rodar. En mi primera vuelta me tropecé con todo tipo de ciclistas, altos, bajos, flacos, gordos, mejores y peores, pero todos compartíamos una cosa, teníamos ganas de ser libres. De nuevo, y como en alguna ocasión anterior ya había sucedido, nadie hablo con nadie, ni nos pusimos de acuerdo previamente, simplemente ocurrió así. Unos aminoraron su ritmo, otros aceleraron, algunos esperaron y otros se apresuraron, pero todos y conocernos de nada terminamos formando un grupo, un grupo que dentro de mí, decidí denominar LIBERTAD, me gustaba la idea.

Libertad rodó durante algunos kilómetros como si de uno solo se tratase, todos aportaban su granito de arena para dirigirnos hacia nuestro destino, como si persiguiéramos una utopía inalcanzable, una utopía que cada vez que te acercas a ella, se vuelve a alejar. Rodábamos persiguiendo esa utopía inalcanzable, cada pocos metros el relevo se sucedía, y un nuevo componente de libertad tomaba la cabeza y aumentaba el ritmo. Pasados unos metros y al comenzar a fatigarse, un nuevo componente tomaba la cabeza del grupo, dispuesto a darlo todo, a luchar contra el viento, a sacrificarse por el resto del grupo, intentando a toda costa que esa utopía no se alejará, eramos uno intentando alcanzarla. Reconozco que hubo momentos en que se me pusieron los pelos de punta, no podía creer que aquel grupo de desconocidos que nunca se habían hablado, y sin saber como ni porque, se habían puesto de acuerdo para sacrificarse unos por otros, sin esperar recompensa algunas mas que la satisfacción de ser uno solo luchando contra el asfalto.

Pasados algunos kilómetros, las fuerzas, no la ganas ni el compromiso, de algunos componentes fue en disminución, así que el grupo se fue alargando. Los más fuertes tomaron la cabeza, los más débiles en la cola, pero todos seguíamos persiguiendo esa utopía, esa sentimiento de libertad infinito que te proporciona rodar dándolo todo. Cada uno, dentro de sus posibilidades aportaba hasta el último granito de esfuerzo posible para rodar lo más rápido posible.

Al final se fueron creando pequeños grupos, pequeñas islas de amistad entre desconocidos, que luchaban ,al igual que lucha la arena de la playa contra la subida de la marea, de una forma infatigable contra algo que era inevitable que apareciera, el cansancio.

Unido a un grupo de cuatro “amigos”, que nunca había visto y con los que nunca había hablado, continué rodando durante varios kilómetros, todos sin excepción aportaron todo lo que pudieron, y después un poco más, realizaron el mayor de los esfuerzos, y después un poco más, exprimieron sus piernas hasta que el dolor era insoportable, y después un poco más...luchábamos contra el viento, el desnivel, el cansancio, el dolor en las piernas, pero lo hacíamos como si fuéramos uno solo. Nos relevábamos una y otra vez, uno primero, a continuación el otro y así durante muchos kilómetros.

Al final, las fuerzas fueron disminuyendo, y hubo un momento en que me quede solo. Varias vueltas solamente acompañado por la música de mi cuñado (gracias Fran), persiguiendo en solitario, pero con las mismas ganas y el mismo empeño un objetivo imposible de alcanzar, una utopía, ganarme a mi mismo.

Después de varios kilómetros, un nuevo compañero que ya me había acompañado en el pelotón se unió a mi, o yo a él, eso era indiferente. Nos miramos, y basto un ¿vamos? Para que todas las fuerzas de mi cuerpo volvieran a recuperarse, un nuevo “amigo de viaje que ilusión. Me “arrepentiría” de ello algunos kilómetros más tarde, terminó con todas mis fuerzas. Impuso un ritmo infernal, un ritmo que a mi me parecía sobrenatural, no pude mas que apretar los dientes, decirle a mi cerebro que ignorara aquellas señales de dolor continuo que llegaban desde mis cuádriceps y poner, como no, buena cara. Hice algunos relevos intentado aportar todo lo que podía a este nuevo equipo, el hacía lo mismo, ponía buena cara y aumentaba el ritmo , me relevaba cuando ya no podía más, y luego lo relevaba yo, aunque hubiera querido no hubiera podido aumentar la velocidad ni un kilómetro más, sufría y disfrutaba al mismo tiempo, estaba dándolo todo, y después un poco más.

Tanto sufría y tanto disfrutaba, que al final los 60 kilómetros previstos se habían convertido en 100, objetivo cumplido, lo había dado todo, y después, más, 40 kilómetros de más, había conseguido ganarme a mi mismo.

GRACIAS LIBERTAD.!!!


jueves, 26 de enero de 2012

Una semana variada


“Por que el éxito comienza con la voluntad del hombre”, una frase bastante acertada del Nobel de Literatura Rudyard Kipling. Hace tiempo que intento aplicar esa frase a todo aquello que me propongo, porque muchas carreras se han perdido antes de haberse corrido. La motivación, como combustible principal que nos mueve hacia un objetivo, no puede ser plena si no creemos con todas nuestras fuerzas que vamos a lograrlo, que ese objetivo que nos hemos fijado es alcanzable, y será entonces y solo entonces cuando realmente estemos motivados para lograrlo. Piensa que no puedes, y no podrás, piensa que está derrotado y lo estarás.

Han transcurrido algunos días desde mi última entrada, pero no por ello he dejado de entrenar, ni de fijarme un pequeño objetivo cada día que he salido a ello. Mi objetivos no es de tiempo, ni de distancias, ni siquiera de mejorar una marca personal, ya he dicho en más de una ocasión que soy un mal corredor, un mal ciclista, un peor corredor de montaña y aunque nunca lo he nombrado, un pésimo nadador. Así que mi objetivo consiste ,simplemente, cada día, en encontrar ese motivación para salir, esas ganas de ponerme los tenis y salir a correr, de preparar la bici para rodar durante horas o sencillamente de vestirme y salir a la calle. Pasado este trámite, y una vez estás en el lugar de entreno, todo es más sencillo, ya no lo piensas, solo disfrutas y te pones en movimiento.

Estos últimos días han sido bastante variados, pero todos ellos han tenido un denominador en común, aunque diferente cada día, la compañía de un amigo. Desde la carrera por montaña por Tegueste junto a Cristo, Juanmi y Goyo (18 kilómetros), pasando por la salida en bici el sábado con Jorge y Karim (80 kilómetros), las transiciones de bici y correr en compañía de Goyo el domingo por la tarde (60 de bici y 8 de carrera) o la ruta en bicicleta de ayer lunes en compañía de Adri (40 de bici a 2250 metros de altitud). A todos ellos, muchas gracias por su compañía, es mas sencillo encontrar esa motivación cuando vas en compañía de alguien que en soledad.

jueves, 19 de enero de 2012

20 kilómetros vacios

Al despertarme las rodillas me dolían, tenía la planta de los pies llenos de llagas y los tibiales anteriores parecían haber sido golpeados durante toda la noche con un pequeño martillo de esos que usan los doctores para medirte los reflejos. Según intento ponerme en pie al salir de la cama y notar como todos y cada uno de esos dolores mandaba su propio mensaje al cerebro, lo primero que me pregunto es ¿habrá valido la pena esos 20 kilómetros de ayer? ¿por qué fui a correr? ¿hay necesidad de pasar por esto?
Eran aproximadamente las cuatro y media de la tarde, y allí estábamos, Cristo y yo, a 2.049 metros de altitud dispuestos a correr durante 2 horas. Nuestro objetivo era correr 10 kilómetros de ida y 10 de vuelta, a lo largo de un sendero que allí comenzaba y que transcurría bordeando las faldas del Teide, como si del foso que rodea a un castillo se tratase. Ya me habían prevenido del frío que haría, así que esta vez llevaba preparado el maillot largo, la camisa térmica y hasta un pañuelo para cubrirme el cuello y la boca para evitar respirar de manera directa ese aire semicongelado que circula por allí. De resto, pues todo muy similar al resto de ocasiones, las mallas, los tenis, el GPS para no perdernos (el sendero era nuevo en esta ocasión) y las gafas de sol para evitar los rayos UV que existen a estas alturas. Durante las mis anteriores incursiones en terreno irregular, siempre había terminado con una o varias llagas en los pies y había tenido que correr durante varios kilómetros con esa incómoda sensación que producen cada vez que das un paso. No están acostumbrados a este tipo de terreno, ni mis pies ni yo, así que no puedo sino esperar a que poco a poco nos vayamos adaptando, yo sufriendo y mis pies pues llenándose de llagas y curándose, haciéndonos cada vez un poco mas fuertes y resistentes, dicen que lo que no mata te hace más fuerte (quod non occidit te, fortior te facit), así que allí estábamos, dispuesto a sufrir, a llenarnos de llagas y esta vez a notar la falta de oxigeno en los pulmones. Tras medía hora de preparativos, estábamos listo...comenzábamos a correr.
El camino comienza con una pequeña bajada, bastante buena para que nuestro cuerpo comience a entrar en calor, pero esta se prolonga a penas durante unas pocas decenas de metros y luego se torna en subida. Al comenzar esa primera subida ya noto como, a pesar que mi ritmo no es demasiado rápido, a penas llega a unos 14km/h, mis pulmones no logran capturar todo el oxigeno que están acostumbrados en cada bocanada de aire, respirar y aguantar las respiración producen casi la misma sensación, tus pulmones se llenan de aire pero no logran aliviar esa necesidad de oxígeno que solicitan tus músculos. Poco a poco me voy acostumbrando, y logro llegar a un acuerdo entre el ritmo que desea llevar mi cabeza y el que permite llevar mis pulmones, mi ritmo se estabiliza en unos 12km/h, había alcanzado el denominado “Segundo aliento”.

Cierto es que hasta ese momento casi ni me había fijado en el paisaje que me rodeaba, estaba únicamente preocupado de poder encontrar un ritmo adecuado, una cadencia de carrera idónea para mí y de buscar un poco de motivación para afrontar los 20 kilómetros que me aguardaban. El término motivación viene del verbo latino movere y significa “moverse”, “poner en movimiento” o “estar listo para la acción”, justo lo que yo necesitaba en ese momento. La motivación es la fuerza que nos mueve a realizar actividades y de perseverar en el esfuerzo, durante el tiempo que sea necesario para conseguir ese objetivo que nos hemos propuesto, y yo había subido hasta el Teide para correr 20 kilómetros, ese era mi objetivo y no podía fallarme a mi mismo.

Durante los siguiente kilómetros de carrera, la sensación fue bastante buena, el paisaje parecía de otro mundo, era como si estuviera corriendo en La Luna o en Marte. El sonido era inexistente, un silencio sepulcral rodeada todo, únicamente se oía el ruido de mis propias pisadas, tap, tap, tap,... y tras cada curva o tras pequeño montículo que superaba parecía como si hubiera vuelto atrás, el paisaje se repetía una y otra vez, tenía la sensación de estar corriendo en un desierto. Durante esos kilómetros no pude evitar pensar como se habrían sentido esos primeros seres humanos en el mundo, caminando por lugares desconocidos, dirigiéndose no se sabe a donde y sin saber que les depararía al día siguiente.
Me sentía que estaba solo en este mundo, una sensación agradable en parte, siempre he sido medio solitario, y angustiosa por otro lado, en pensar que ocurría si solo quedara un persona en este mundo. Una sensación que nunca antes había padecido en ningún lugar. Corrí y corrí y corrí como si huyera de algo, a pesar de que sabía que nadie me perseguía. Me encantaba el lugar, pero al mismo tiempo esa sensación de vacío creaba en mi interior una especie de mareo, un silencio tan ensordecedor que podías oír tus propios pensamientos, corría definitivamente en otro mundo.

Esta vez no había un compañero ciclista, ni un pelotón, ni un camino de luces, ni siquiera Cristo, que había dado la vuelta a mitad de camino porque se había olvidado por fuera del coche los pantalones y los zapatos, me encontraba allí solo y mi única motivación era llegar a los 10 kilómetros previstos para dar media vuelta y retornar. La motivación era poca, pero a mi me bastaba para continuar corriendo, había subido a correr y eso iba a hacer, correr.

Pasados 51 minutos había alcanzado los 10 kilómetros, me detuve el tiempo justo para sacar unas fotos, estaba en lo alto de una pequeña loma así que puede sacar fotos a ambos lados de la misma, aunque el paisaje no era muy diferente a un lado y al otro. Saqué un plátano que llevaba en el interior de la mochila, y sin esperar siquiera a comenzar a pelarlo comencé el camino de vuelta, ahora la motivación era diferente, nos dirigíamos hacia el final, había que correr, atravesar llanuras, subir alguna pequeña loma y sabía que en algún momento del camino me encontraría con Cristo.

Mis pulmones ya se habían adaptado un poco más a la falta de oxigeno, mis piernas estaban calientes, únicamente el cansancio había hecho un poco de mella en mi, pero ello no evitaría que corriera con una voluntad que no tenia límites, no podía permitirme que esa montaña pudiera conmigo y a pesar de que en algún momento pensé en detenerme, total nadie me vería ni tendría que responder ante nadie, nunca me detuve, hubiera tenido que responder ante mí mismo y no hubiera tenido una respuesta que darme, solamente que me había rendido y no estaba dispuesto a eso.

En el camino de vuelta, cerca del kilómetro 13, me reencontré con Cristo, dimos entonces media vuelta y nos dirigimos juntos hacia el destino final, justo donde habíamos comenzado. Unos cuantos kilómetros más adelante, volvía a correr en solitario. Cristo a pesar de que su fuerza de voluntad ha aumentado bastantes en estos últimos días que ha venido a correr, lleva un ritmo un poquito inferior, puedo verlo si me doy media vuelta, viene detrás sin detenerse, sin dejar de dar un paso tras de otro, luchando igual que yo contra esa falta de oxígeno que existe a esas altitudes. Faltando pocos kilómetros para llegar el frío había aumentado considerablemente, se hacía de noche, y notaba como el frío se iba apoderando de mí, las manos se me habían puesto moradas y me dolían como si las tuviera metidas en un cubo con hielo. Era un dolor nuevo para mí, una sensación de frío intenso, como si me clavaran mil alfileres en cada mano, las manos hinchadas y la piel sonrojada a causa del frío, no podía mas que pensar: “tus manos se las apañaran solas, no pienses en ellas, sigue corriendo”, y así transcurrieron los últimos 4 kilómetros. Si hubiera tenido un cuchillo a mano hasta hubiera pensado en cortarme las manos y acabar con ese sufrimiento, pero no lo tenía, así que tocaba correr, correr y correr, y cuanto mas corriera más rápido cesaría esa sensación.

Al final, 1hora y 49 minutos, 20 kilómetros que no disfrute casi en ningún momento, las manos a punto de congelarse, los pies de nuevo llenos de llagas, las piernas cansadas, los pulmones sin oxígeno, mi tiempo no había sido bueno, mi ritmo no es para ganar ninguna carrera, pero....¡¡¡había valido la pena, ahora era más fuerte, física y mentalmente, volveré a repetir, estoy satisfecho conmigo mismo, esa montaña no había podido conmigo, había vuelto a ganarme a mi mismo!!!

lunes, 16 de enero de 2012

Un "amigo-desconocido"

Hoy iba a ser un día de descanso, tras la carrera del sábado y la bici de recuperación de ayer domingo, simplemente tenía pensado ir un rato al gimnasio, una pequeña sesión de pesas, algunas abdominales y poco más.

Estaba en mi cama, haciéndome el vago en el transcurso de la mañana, disfrutando de la misma sin prisas y sin nada especial que rondará por mi cabeza, cuando de pronto llega un SMS al móvil, es Karim Balli invitándome a salir esta tarde en bici. El recorrido que tenía pensado hacer es el mismo que había realizado yo el día anterior, ya que él había participado ayer domingo en una prueba y quería rodar suave hoy para recuperar un poco. No puedo resistirme a la tentación, le contesto que sí y enseguida me levanto de la cama para dirigirme al gimnasio sin pensarlo, una breve sesión de apenas 1 hora y vuelta a mi casa para almorzar, descansar lo justo, preparar la bici y ponerme rumbo de nuevo a las Teresitas.

Una vez allí comienzo a prepararme, la rutina es muy parecida a la de correr, me enfundo el maillot, me coloco las zapatillas, coloco el GPS en la bicicleta, la banda de las pulsaciones en el pecho...todo muy similar al día anterior, parece in flashback. Solo una diferencia, esta vez iré acompañado con lo cual no me hará falta música ni para motivarme ni para hacerme mas ameno el trayecto de ida y vuelta que se repetirá sin cesar una y otra vez, llevo la mejor de la motivaciones conmigo, o más bien, yo con él, un compañero de viaje.

Las primeras idas y venidas, a pesar de que el viento seguía haciendo de las suyas, y que la pendiente continuaba con sus vaivenes, rodamos en paralelo. Mantuvimos una buena conversación relacionada con el espíritu de sacrificio necesario para el deporte, y como ese espíritu es luego aplicable al resto de las acciones de tu vida cotidiana, transcurrieron de esa manera cerca de 45 minutos. Que gran diferencia en comparación con la tortura de ayer, llevamos 25 kilómetros y casi ni me he dado cuenta. Como habíamos salido solo a acumular unos cuantos kilómetros en las piernas el ritmo no fue demasiado alto, seguimos hablando un poco de todo. Muchas veces de la gran aventura en que nos habíamos embarcado desde hace tiempo por separado y que fue donde nos conocimos. Otras de como todo esfuerzo tiene su recompensa..en definitiva, un poco de todo.

Transcurrieron así 40 kilómetros, que son los que tenía pensado hacer Karim, aun le faltaba pasar por el gimnasio y la tarde iba ya dando paso a la noche. Así que cuando llevábamos 1h 15min aproximadamente, decidió tomar rumbo al gimnasio, llegaba la parte dura, tocaba continuar en solitario.

No me digáis como pasó, de donde apareció, quien era, ni donde estaba anteriormente, pero justo cuando Karim decidió dar la vuelta rumbo a Santa Cruz, y como si de un guión de una película se tratase, apareció detrás mio un compañero ciclista. Que suerte!!! no tenia que seguir rodando solo y luchando contra el viento sin ninguna compañía. Además no hizo falta ni una sola palabra, ni una sola mirada, ni un solo gesto...simplemente se puso delante de mí y yo sin pensarlo siquiera un instante me pegue a él, como si fuera una rémora que sigue a su tiburón nodriza. Posteriormente los papeles fueron alternándose, unas veces el delante y otras yo, así fuimos luchando contra el viento y la pendiente el resto del trayecto.

Que maravilloso es el deporte, que sin un sola palabra, sin solo gesto ni una sola explicación, dos completos desconocidos forman ahora un solo objeto...eramos dos convertidos en uno luchando contra el viento, contra el dolor en las piernas y la falta de aire en los pulmones, y a pesar de ello íbamos disfrutando. Llaneamos así durante varios kilómetros, mi GPS marcaba ya 48 y el sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas. Decidí entonces, y a pesar de que hubiera podido seguir disfrutando de la compañía, aumentar un poco más el sufrimiento de mis piernas y dirigirme a toda prisa hacia Igueste de San Andrés, iba a ser una lucha a contra reloj entre la oscuridad y yo. Debía llegar y regresar antes de que el Sol se ocultase por completo, y no faltaba mucho para ello.

Me despedí de ese “amigo-desconocido” que había sido mi mejor compañero durante esos 5 kilómetros, una adiós y un agradecimiento mutuo fueron las únicas palabras que cruzamos, pero estoy seguro que algún día nos volveremos a encontrar y volveremos a ser uno solo en la carretera.

Dirigí entonces mi mirada hacia el mirador que se encontraba en lo alto de la montaña, son apenas tres kilómetros de subida y otros tantos de bajada hasta Igueste y luego su Yang correspondiente. Conversé durante unos escasos segundo con mi corazón, mis piernas y mis pulmones y les expliqué que necesitaba un último esfuerzo para poder ir y regresar antes de que la oscuridad se apoderara de la carretera, estuvieron de acuerdo...un último esfuerzo para terminar el día. Fueron 12 kilómetros en los que no paré de pedalear ni un solo instante, en los que apuré cada centímetro de asfalto de cada curva para poder recortar todo el terreno posible y en los que siquiera pensé en nada, solo pensaba “pedalea, pedalea, pedalea”...el sol se iba ocultando, la oscuridad se iba haciendo con la carretera. Pero he reconocer y agradecer, que la conversación había tenido su efecto y allí estábamos los cuatro, corazón, piernas, pulmones y mente, todos trabajado en equipo para vencer a la oscuridad, en las subidas y en las bajadas...todos juntos.

Al final logré llegar de nuevo a las Teresitas antes del ocaso, habían sido 57 kilómetros, en los que había de nuevo disfrutado y sufrido al mismo tiempo, y de nuevo ese sentimiento de satisfacción se había apoderado de mí, otra batalla ganada, otro día más, otro día menos por vivir, pero ha valido la pena tacharlo del calendario.

Gracias Karim y gracias “amigo-desconocido”.

domingo, 15 de enero de 2012

El cuerpo tiene un límite, pero es normalmente la mente quien lo fija.

Tras el Trail del sábado noche, la carrera ha quedado aparcada. Tocaba desconectar un poco de la montaña y coger de nuevo el ritmo de la bicicleta, hay que tener un equilibrio entre todo y no dejar nada aparcado, así que toca rodar un poco en bici, 60 km de recuperación.

Cierto es que la motivación acompañaba, debía de ser la adrenalina del día anterior que aun corría por mis venas, como el alcohol que sigue en sangre el día después de haberte emborrachado, con la diferencia de que el alcohol te lleva aprometer que no beberás más, pero la adrenalina y el recuerdo de la carrera te llevan a pensar: “quiero más, quiero otra”, podríamos decir que en cierta medida es como una droga que corre por tu venas. Por otro lado, ayer me encontraba algo cansado pero quería salir...así que después de comer, y sin pensármelo demasiado cogía la ropa, preparé la bicicleta y salí destino a las Teresitas, me proponía rodar 60km de recuperación.

Una vez allí, y como pretendía rodar los 60km en solitario, me prepare la música, esta vez algo animado, busqué en el Ipod, mi primera opción fue Isabel Mebarak Ripoll, pero no quería repetir, así que seguí buscando y al final me decidí por Akwid, un grupo mejicano que hace varios años estuvo nominado a los Grammy latinos, no es que sean el mejor grupo del mundo, pero su música es animada, a veces hasta algo desagradable, justo lo que necesitaba.

Comencé a rodar sobre las 16.30, el tiempo iba a ser justo si pretendía hacer los 60 kilómetros antes de que se pusiera el sol, así que sin pensarlo más empecé a pedalear. Al ser un domingo por la tarde casi no había nadie en el trayecto, casi todo el mundo habría salido por la mañana para tener la tarde libre, pero a mi por la mañana me fue imposible, estaba demasiado cansado aun de la carrera. Las piernas comenzaron doliéndome un poco, como un motor al que le falta aceite, no terminaban de coger un ritmo ni de entrar el calor, pero poco a poco esa sensación fue desapareciendo y fueron recuperando su ritmo natural, no es que sea demasiado bueno, pero yo conozco mi ritmo y sabía hasta donde podía forzar las piernas.

La ida hacia Santa Cruz se hace sencilla, porque aunque pequeña, tiene una mínima pendiente a tu favor y en la mayor parte del recorrido el viento es tu compañero de viaje y va a tu favor. La vuelta es una cosa diferente, es, como ya he dicho en alguna otra ocasión, el Yin que acompaña al Yang. Esa mínima pendiente ahora en mi contra se junta ahora con el viento, que se ha convertido en mi mayor enemigo y ahora juega en mi contra. No puedo mas que intentar acoplarme lo más posible a la bicicleta para fundirme como si fuéramos una sola pieza para disminuir la fuerza del viento e intentar pedalear con todas mis fuerzas para llegar al final del circuito para dar la vuelta y de esa manera tener un pequeño respiro durante unos cuantos kilómetros.

Transcurren así 2 horas de idas y venidas en solitario, solamente, yo, mi música y mis pensamientos, pensamientos de todo tipo. La mayoría relacionados con la buena sensación de la TNT de la noche anterior, pero también mezclados aparecerán pensamientos de motivación, entre ellos uno que suele venirme muy a menudo a la cabeza: “El dolos es inevitable, el sufrimiento voluntario”, así que intento disfrutar de esa sensación de libertad que te da la bici, disfrutar de ver como tu cuerpo, como si de una maquina perfectamente diseñada se tratase, coordina todos los músculos de tu cuerpo para mantenerte en equilibrio y a la vez en movimiento en ese fino objeto inventado por el hombre.

Al final, 63 kilómetros en 2 horas,no está mal, por lo menos para mí que no soy ni de lejos un buen ciclista, pero bueno, he disfrutado, he sufrido, he pensado, incluso he pensado en algún momento en parar antes de tiempo, pero no lo he hecho, así que me voy contento para casa...he entrenado el cuerpo, y sobre todo la mente.

Si algo aprendes haciendo deporte, o por lo menos, eso he aprendido yo es que el cuerpo tiene un límite, pero es normalmente la mente quien lo fija.

El día de...


La noche anterior, soñé que trotaba y a la mañana me levante como un niño en Día de Reyes. He dejado preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacía cuando era pequeño antes de ir al colegio, pero antes he de irme a trabajar, un turno de 5 horas, que se hará largo debido a las ganas de que llegue la hora de la carrera.

Hoy es el día, aquel en que toca olvidarse de los entrenamientos, de reencontrarse con amigos que hacía tiempo que no veías, aquel en el que todo el mundo te da ánimos y un brazo antes de que empiece la carrera, te desean suerte y te dicen que nos veremos en la meta. Aquel en el que toca DISFRUTAR!!

Se acercan las 19:00 horas estreno ansiedad como en cada salida y unos minutos antes de la hora necesito ir al baño. Esta vez voy preparado para sufrir, para darlo todo y sobre todo para disfrutar. Me han vendado las rodillas para evitar en la medida de lo posible que el dolor se apodere de ellas durante la bajada (al final ha funcionado, el dolor casi ni hizo acto de presencia). A medida que se acerca la hora los nervios de manera incontrolable van aumentando, vamos ajustando los cronómetros y tratamos de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles, son mis referencias de carrera: “Cinco que corren parecido a mí”, como para todo en esta vida, hay que tener una motivación.

Todos colocados tras el arco de salida, a pesar de estar en reposo las pulsaciones no bajan de 100 ppm, debe ser cosa de los nervios, a Adri también le pasa lo mismo, son los nervios me comenta, me imagino que a Cristo también pero se ha situado un poco mas atrás, así que no puedo sino desearle suerte en la distancia, no hablé mucho con él antes de la salida.

Y comienza la carrera!! salen desde un lugar privilegiado aquellos que el año pasado quedaron en puestos de honor, su dorsal a diferencia del nuestro es rojo. Tras ellos salen el resto de corredores, Adri como si fuera perseguido por algo o por alguien sale a una velocidad que a mi me dejo sorprendido, va a por todas y o conseguirá, solo pienso mientras se aleja: “Ánimo Adri!!”. Yo comienzo la carrera junto a Polín, nuestro ritmo, ya hemos comprobado en los entrenamientos, es similar.

El resto de personas que corren entre nosotros, no podría describirlas, pero eran hombres y mujeres de entre 18 y 80 años, llevados por una fuerza insuperable que les impulsa a correr. Usan tenis con aire y de marca, dispuestos a gastar calzados, traspirar su ropa, todos equipados para esos 15 kilómetros que se avecinan. En el transcurso medirán una y otra vez su propio tiempo, están tratando de ganarle a alguien, a ellos mismo!!

El recorrido ya lo he descrito otras veces, pero esta vez, aquello es indescriptible. Una larga fila de luces se ha apoderado la oscuridad de los barrancos, en fila de a uno, como si de hormigas se tratasen, la montaña se llena de luces, como si alguien la hubiera rodeado de un rosario gigante. Solo por haber contemplado aquello, cualquier esfuerzo habría valido la pena.

Durante el recorrido, y hasta llegar al kilómetro 9, no habrá casi posibilidades de adelantar, algunos recovecos donde poder pasar a uno o quizás dos que te precedan, pero poco más. Así que, durante los 2 primero kilómetros, cada uno intenta colocarse lo mejor que puede, siempre dentro de sus posibilidades, será un kilómetro de bajada y uno de subida en donde todo el mundo intentará dar el máximo para poder ocupar su lugar. Tras esto, empezamos con la montaña.

Algunos, como es el caso de Cristo, escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, otros escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el polvo que levanta el que va delante, la brisa que corre por los barrancos, respiran, suspiran...pero todos a su ritmo continúan a lo largo del sendero, iluminándolo a su paso y aportando su granito de arena a esa gran serpiente de luz que se ha apoderado de la montaña.

El ambiente de la carrera es genial, cuando alguien se acerca por detrás tuyo a un ritmo bastante superior, te grita: “Izquierda!!”, “Derecha!!” es el lugar por donde, jugándose la vida para no caer al precipicio, piensan adelantarte. Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje. Yo haré lo mismo con todos aquellos a que rebase.

Muchos preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece. Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar a llegar al avituallamiento, pero a pesar de ellos se encuentran aquí en mitad de ninguna parte, luchando por avanzar por estas pendientes inhumanas, intentando no rendirse y pesando siempre en seguir adelante. El resto de la carrera continuara con el mismo espíritu, todos intentado superarse a si mismos, animándonos unos a otros, les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen disfrutando de cada instante de sufrimiento, entre todos ellos me incluyo yo. A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se desfigura, la transpiración corre por la caras, las puntadas empiezan a repetirse y unos kilómetros antes de la llegada comienzo a preguntarse que estoy haciendo allí. ¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde el camino?

Un poco más adelante, el llano, en donde la pista se hacia mas amplia, fue aquí donde adelante y animé a unas 10 o 15 personas, como conocía el terreno puede ir dosificando mis fuerzas esperando que llegase este momento y poder acelerar mi ritmo. A pesar no ser un buen corredor, me sentía cómodo corriendo, hacía mucho tiempo que eso no me pasaba, se notaban estas últimas semanas de entreno y gracias ello hubo un momento en que decidí exprimirme al máximo y aumentar de nuevo mi ritmo. Así continué durante varios kilómetros hasta que llego por fin la bajada, era hora de ver como respondían mis rodillas y si el vendaje que me habían hecho resultaría efectivo. Unos tres kilómetros de bajada me esperaban, una bajada que en momentos pierde su continuidad y hay que dar un salto para continuar por el siguiente escalón, pero a pesar de todo ello mis rodillas aguantaron a la perfección.

Al final en la meta un sentimiento de satisfacción,he disfrutado al correr, lo he conseguido.¡He ganado una vez más! Apenas me di cuenta de que perdí con 75… pero en mi cabeza solo se repite que volvía ganar. Otra meta alcanzada. Me gané a mi mismo, a los que insisten en mirar desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay un loco corriendo en mitad de la noche a través de la montaña.


El resto de corredores cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo. Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta. Llevan un cartel en la frente que enciende y apaga que dice “Llegué -Tarea Cumplida”. Se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes. Se tiran al suelo y otra vez levantan porque van a saludar a los que llegan después que ellos. Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.

Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo. Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.

Otro día más, le hemos ganados a la vida!!!! Felicidades Adri, Cristo, Polín, Iago, Calero...y a un sin fin de amigos había allí reunidos.

martes, 10 de enero de 2012

TNT: la mágia de la noche


Martes 10 de Enero, desde el último asalto al infierno de Tegueste he salido 2 días a rodar en bicicleta, han sido 120 kilómetros de rodar y rodar, uno en soledad y otro, como no, en compañía de Adri y su cuñado. Ese segundo día mantuvimos un rodar más ligero de lo normal, relevándonos cada 1.000 o 2.000 metros para luchar contra el viento (como casi todo en esta vida, en compañía en todo mas fácil).

En medio he intentado otro asalto al infierno de Tegueste, esta vez en compañía de Cristo, fue de él de quien partió la idea de apuntarnos a la TNT, esta vez fue a un ritmo un poco más bajo que el anterior intento, y con perdida incluida a mitad del camino, casi acabamos en Bajamar (gracias a los hombres del camino que supieron reorientar nuestro rumbo). A pesar de la menor intensidad del recorrido, al terminar, el dolor en las rodilla sigue siendo intenso, espero que poco a poco las rodillas vayan acostumbrándose a este tipo de terreno y sufran cada menos.

Eso ha sido de modo breve lo sucedido en los últimos días, siempre como no, mezclado con alguna sesión de gimnasio, sobre todo en horas de la tarde donde ya oscurece y no es posible salir con la bici.

No es este el fin de esta entrada, dicen que a la tercera va la vencida, y yo no pienso rendirme ni a la tercera ni a la cuadringentésima vez hasta que no logre llevar a cabo el recorrido de una manera que yo sienta satisfactoria. Ello no implica que tenga que hacer un tiempo espectacular (sé que no soy capaz de ello), ni que tenga que realizar el recorrido completo sin caminar en ningún momento (cosa que me parece sobrehumana viendo el desnivel en ciertos tramos del mismo),ni siquiera que debe esforzarme al máximo en cada instante del recorrido (eso lo hago cada vez que intento algo), simplemente es un sentimiento que no tiene explicación, un sentimiento de satisfacción que nada tiene que ver con ser el mejor, ni con llegar el primero, solamente satisfacción por el trabajo bien hecho. Con esa idea rondando en mi cabeza, me tropiezo a Adri hoy en el trabajo y le comento mi pensamiento de volver a intentarlo de nuevo, nunca a su ritmo, eso sería imposible para mí. Para mi sorpresa me propone algo que no había siquiera pensado “¿porque no la hacemos de noche?”. ¿Como no se me había ocurrido a mi eso?, que gran idea, me parece perfecto, así que quedamos a las 20:00 horas en la misma plaza de Tegueste, lugar de donde partirá la carrera del sábado.

Llegada la hora, ya estamos allí, se unirá esta vez a nosotros un amigo de Adri, un grupo de 3, genial, en compañía todo es mas sencillo. Esta vez la rutina de preparación cambia un poco de la habitual, mayas, tenis, GPS forman ya parte de nuestra equipación rutinaria, pero esta vez incluimos Camelback y frontales, es de noche y hemos de ir preparados. Comienzan las comprobaciones, los frontales funcionan correctamente, las piernas preparadas para empezar a funcionar, los músculos están listo para comenzar a contraerse en cuanto el cerebro les dé la señal, todo preparado, así que partimos rumbo a lo conocido pero en mitad de la oscuridad.

La primera parte transcurre a través del asfalto, a pesar de las oscuridad y gracias a la iluminación viaria, esta primera parte no varia mucho de las dos veces anteriores, solamente algunas persona con que nos cruzamos nos miran como si fuéramos extraños en un mundo conocido, me imagino que estarán pensando algo así como ¿donde van estos 3 locos a estas horas de la noche con lo calentito que se está en casa?, es lo que yo hubiera pensado hace tiempo si me hubiera encontrado en su lugar. Tras superar el ultimo desnivel sobre asfalto, y transcurrido aproximadamente 2 kilómetros, tenemos la primera toma de contacto con la montaña, y con ella viene la oscuridad, una oscuridad absoluta nos acompañará durante los próximos 14 kilómetros.

Es entonces cuando ponemos en funcionamiento nuestros frontales, a partir de este momento nuestra única visión consistirá en un punto de luz que nos precede, una ventana de naturaleza que irá cambiando como las escenas de una película, porque por muy potentes que sean nuestros frontales nuestra visión se reduce a una superficie no mayor a la de una de esas televisiones de plasma, una de esas que la mayoría de la gente se encontrará viendo es este momento, o estará comprando en el MediaMark o en el Saturn aprovechando las rebajas del momento para de esta manera ser más felices con su nueva ventana artificial.

En cada paso que damos descubrimos una nueva pantalla, una pantalla a veces de piedras, a veces de barro, a veces simplemente veo la espalda de Adri o de su amigo, otras una pantalla llena de insectos indescriptible que revolotean alrededor de la luz como no pudieran evitar acercarse a ella.

El recorrido es el mismo que las veces anteriores, pero a pesar de ello cada paso que avanzo es una sorpresa para mí, todo parece nuevo, como un regalo de reyes que ya te esperas pero que abres con gran ilusión, de esa manera transcurre el ascenso hasta lo alto de la primera montaña, en este punto mi corazón va mil por hora, y Adri parece, o mas bien es que así va él, ir de paseo. En ese momento , antes de pasar al otro lado de la montaña mira hacia mi izquierda y contemplo como poco a poco las luces de la civilización van desapareciendo tras la montaña. La oscuridad, antes atenuada por las luces provenientes de la ciudad situada en la base de la montaña, se torna ahora en absoluta. En este punto la subida se torna en bajada, bajada que se prolongará durante unos 4 kilómetros, es este tramo la precaución debe es máxima debido a que cualquier resbalón, mal paso o simplemente un pequeño despiste puede acabar con cualquier a de nosotros en el fondo de algún precipicio, de noche todo resulta mucho más mágico pero también, más peligroso.

Continuo corriendo y disfrutando de esa maravillosa ventana que se abre ante nosotros a cada paso que avanzamos, no puedo ver mas allá de ese metro que alumbra mi frontal, pero a pesar de ello es como si tuviera ante mí el paisaje más maravillo del mundo. La calma es total, el silencio absoluto solamente alterado por mi propia respiración, la oscuridad se ha apoderado hace rato de todo lo que nos rodea. No sé en que momento se unió a nosotros, pero una nueva compañera se ha unido a nosotros en nuestra pequeña aventura nocturna, una compañera que nos acompañará el resto del camino y que convirtió el resto del trayecto en algo aún más mágico, la luna llena. Parece como si nos quisiera animar a continuar, o nos vigilará para que nada malo nos pasase, no sé cual fue la razón pero si es verdad que fue una mas del grupo durante el resto del trayecto, ninguno de nosotros pudo por más que quiso dejar de dirigir su mirada hacia ella cada cierto tiempo, al igual que los marineros miran hacia el horizonte en busca de algún faro, nosotros oteábamos el cielo en busca de nuestra nueva compañera de viaje.


La subida fue igual de dura que la vez anterior, quizás un poco más porque las piernas vienen mas cargadas de los días anteriores, los femorales se agarrotan cada vez más y los gemelos parecen convertirse en piedras a cada paso, pero una cosa puedo asegurar, fue una subida increíble, en plena oscuridad, silencio sepulcral y rodeada de miles de pensamientos de todo tipo que rondaban por mi mente, una trayecto perfecto para pensar.

El resto del trayecto transcurrió a un buen ritmo, era casi todo llano o bajada, no hubo problema en aumentar un poco el ritmo e intentar ganarnos a nosotros mismo o quizás estábamos intentando quedar bien delante de nuestra nueva compañera de viaje. Solo una sorpresa nos aguardaba la final del camino. Al llegar al final de la pista, en donde el monte se funde de nuevo con el asfalto, donde ya todos los esfuerzos se han dejado atrás, y donde todo lo sufrido se convierte ahora en una mera anécdota, y como si el destino quisiera hacerme un pequeño guiño, nos esperaba allí un coche de la PPLL, era el cuñado de Adri ,al que le hubiera gustado seguramente acompañarnos, pero le tocaba trabajar y al ser conocedor de la zona y saber por donde íbamos a aparecer estaba allí esperándonos. Un breve saludo y continuamos la marcha, el resto del camino transcurrió por asfalto y sin mayor problema, en total 1 hora y 46 minutos...un sentimiento de satisfacción se apodera de mí.



jueves, 5 de enero de 2012

TNT Tegueste, bienvenidos al infierno.

Llevaba días sin escribir, pero no por ellos sin entrenar, un poco de retiro espiritual que he aprovechado para rodar un poco sobre asfalto, aproximadamente unos 15km cada día, pero no voy a detenerme en esos 15km diarios, pasaré directamente al entreno de hoy.

Víspera de reyes. Ese sentimiento simulado de buenos deseos, de amistad gratuita, de paz y de amor, ha finalizado...y ha sido sustituido sin siquiera darnos cuenta por un consumismo vanal e irracional, carente de todo sentimiento espontaneo y racional (no es esté el propósito de mi entrada, así que proseguiré).

He quedado a las 9:30 horas en casa de Adri, vamos a entrenar el Trail nocturno de Tegueste (TNT), nos hemos apuntado para correrlo la semana próxima y hemos decidido que, que menos que haberlo hecho aunque sea una vez para conocer un poco el terreno, ver por donde transcurre y hacernos una idea de donde podemos apretar y cuanto nos tocará sufrir (mala idea, ¿nos devolverán aún el dinero de la inscripción?. Ese pensamiento fue efímero y vivió en nosotros solo por un instante, pero desapareció al finalizar el entreno). Como desconocemos el terreno por donde transcurre no nos ha quedado mas remedio que descargarnos la ruta del Internet, pasarla a nuestro GPS y que el nos guíe en cada momento.

Comenzamos en la misma plaza de Tegueste, nos quedan por delante 20km, pero vamos muy bien equipados, una pequeña botella de agua cada uno (esto es broma, teníamos que haber llevado 20 botellas cada uno), nuestro GPS y lo más importante, nuestra voluntad de continuar a toda costa. En principio la ruta transcurre con bastante facilidad, descendemos por una carretera de asfalto aproximadamente durante 1,5km hasta llegar a un pequeño desvío a mano derecho, cogemos el desvío y llegamos hasta el cauce del barranco, en un principio nos pareció divertido, pero fueron 2km que mas que una carrera aquello parecía una mezcla entre el Paris-Dakar y humor amarillo, esquivamos zarzas, saltamos charcos, pasamos entre medio de cañas gigantes, toda una pista de obstáculos en la cual más que correr, avanzamos como pudimos.
Al finalizar el tramo del barranco regresamos, aunque no por mucho tiempo, al asfalto, empezaba en este momento la ascensión. Como las piernas aún respondían bastante bien, ascendimos por la montaña con facilidad, el sendero era estrecho, con bastante pendiente pero nuestras piernas, nuestro corazón y nuestros pulmones aún iban acompasados, como dirigidos por un buen director de orquesta, ascendimos las primera de las crestas con bastante facilidad. Al llegar a lo alto, comenzamos a disfrutar de un paisaje maravillo, al fondo el Teide, a nuestros pies un barranco y si mirábamos hacia abajo podíamos vislumbrar al fondo, como si de una pequeña ciudad mágica se tratase, las olas rompían contra Bajamar. Descendimos durante un buen rato, adentrándonos cada vez más en el fondo del barranco, como si este quisiera llevarnos hacia sus entrañas para digerirnos, momento que aprovechamos para recuperar un poco, charlando e imaginándonos como será eso el día de la prueba en plena oscuridad. Rodeamos montañas, bajamos barrancos y subimos algún pequeño repecho, pero nada de importancia, durante bastantes kilómetros fuimos felices.


Y de pronto y sin previo aviso, así es como surgen en la vida la mayoría de los verdaderos problemas, apareció antes nosotros una gran pendiente, mas bien aquello parecía un muro, como si de la Gran Muralla China se tratase, esa pendiente inhumana ascendía y ascendía y continua montaña arriba hasta donde nuestra vista alcanzaba . En ese momento, no me lo podía creer, y Adri que aun contaba con mas fuerzas que yo me dijo “Ánimo, no mires al fondo, solo mira delante tuyo”, y eso fue lo que hice, me arme de valentía, a pesar de que sabía que no podría subir corriendo hasta el final, entre otras cosas porque no sabía siquiera donde estaba el final.
Yo no soy un gran corredor, ni lo pretendo ser, mi constitución no es la idónea para eso, llevo demasiado peso encima para serlo, pero una cosa si pretendo, poner a prueba mi fuerza de voluntad en cada carrera, mi constancia en cada paso y mi capacidad de sacrificio en cada respiración. Y os prometo que hoy he escurrido esas tres cosas hasta el máximo. Cierto es que no pude continuar corriendo durante todo el trayecto, por mas que pensaba “¿Has venido a correr no?, pues hazlo!”, hubo momentos que tuve que cambiar el correr por un caminar lo más dinámico que mi corazón me permitía, y esa agonía se prolongó durante unos 4 kilómetros. Adri como buen amigo bajo su ritmo e incluso llego a caminar conmigo en varios momentos, yo ya no hablaba, solo respiraba, era imposible hacer las dos cosas, llego incluso un momento en que aquello ganó tal pendiente que siquiera Adri con todas sus fuerzas era capaz de correr por allí. No sé cuanto tardamos en ascender desde el fondo del barranco hasta lo alto de la montaña, solo sé dos cosas; lo hice lo más rápido que pude, y poniendo en ello todas las fuerzas que tenia.

Una vez en lo alto, tocaba llanear un poco, a mi aquello me pareció como si estuviera en mitad del cielo, mis pulsaciones volvieron a bajar a un ritmo humano, mis piernas dejaron de padecer esos pinchazos con cada paso que daba, hasta incluso me pude permitir el lujo de volver a hablar. Ahora, os digo una cosa, estar en los alto de esa montaña, disfrutando del paisaje, de la compañía, del sol y hasta del verde de las hojas de los árboles mientras volvíamos a correr con la satisfacción de haberme esforzado al máximo para ascender aquella muralla inhumana, eso es una cosa que nadie jamas podrá regalarte por reyes. Llaneamos durante algunos kilómetros por la alto, y como todo Yin tiene su Yang, era hora de bajar, hora de regresar a nuestro lugar de partida.
La bajada transcurrió con bastante rapidez, con un poco de dolor en las piernas por ir frenando y buscando un punto de apoyo irregular en cada paso que dábamos, con algún llano de por medio que servia para aliviar ese dolor. Los últimos kilómetro de descenso a mi se me hicieron bastante duros, me dolían las rodillas de ir conteniendo mi peso en cada paso, los tobillos de ir haciendo equilibrios para intenta no caer en cualquier momento, no me lo podía creer, hasta la bajada estaba siendo dura.
Al final hemos llegado de nuevo al asfalto y luego hasta el punto de partida, un par de kilómetros para llegar hasta nuestro destino en los cuales las piernas ya no me respondían, solo tenia ganas de pararme y estirar, el dolor en las piernas superaba con mucho el esfuerzo que tenían que hacer mis pulmones para respirar, pero solo pensaba una cosa “Has venido a correr no?Pues hazlo!”