Cierto es que la motivación
acompañaba, debía de ser la adrenalina del día anterior que aun
corría por mis venas, como el alcohol que sigue en sangre el día
después de haberte emborrachado, con la diferencia de que el alcohol
te lleva aprometer que no beberás más, pero la adrenalina y el
recuerdo de la carrera te llevan a pensar: “quiero más, quiero
otra”, podríamos decir que en cierta medida es como una droga que
corre por tu venas. Por otro lado, ayer me encontraba algo cansado
pero quería salir...así que después de comer, y sin pensármelo
demasiado cogía la ropa, preparé la bicicleta y salí destino a las
Teresitas, me proponía rodar 60km de recuperación.
Una vez allí, y como pretendía rodar los 60km en solitario, me prepare la música, esta vez algo animado, busqué en el Ipod, mi primera opción fue Isabel Mebarak Ripoll, pero no quería repetir, así que seguí buscando y al final me decidí por Akwid, un grupo mejicano que hace varios años estuvo nominado a los Grammy latinos, no es que sean el mejor grupo del mundo, pero su música es animada, a veces hasta algo desagradable, justo lo que necesitaba.
Comencé a rodar sobre las 16.30, el
tiempo iba a ser justo si pretendía hacer los 60 kilómetros antes
de que se pusiera el sol, así que sin pensarlo más empecé a
pedalear. Al ser un domingo por la tarde casi no había nadie en el
trayecto, casi todo el mundo habría salido por la mañana para tener
la tarde libre, pero a mi por la mañana me fue imposible, estaba
demasiado cansado aun de la carrera. Las piernas comenzaron
doliéndome un poco, como un motor al que le falta aceite, no
terminaban de coger un ritmo ni de entrar el calor, pero poco a poco
esa sensación fue desapareciendo y fueron recuperando su ritmo
natural, no es que sea demasiado bueno, pero yo conozco mi ritmo y
sabía hasta donde podía forzar las piernas.
La ida hacia Santa Cruz se hace
sencilla, porque aunque pequeña, tiene una mínima pendiente a tu
favor y en la mayor parte del recorrido el viento es tu compañero de
viaje y va a tu favor. La vuelta es una cosa diferente, es, como ya
he dicho en alguna otra ocasión, el Yin que acompaña al Yang. Esa
mínima pendiente ahora en mi contra se junta ahora con el viento,
que se ha convertido en mi mayor enemigo y ahora juega en mi contra.
No puedo mas que intentar acoplarme lo más posible a la bicicleta
para fundirme como si fuéramos una sola pieza para disminuir la
fuerza del viento e intentar pedalear con todas mis fuerzas para
llegar al final del circuito para dar la vuelta y de esa manera tener
un pequeño respiro durante unos cuantos kilómetros.
Transcurren así 2 horas de idas y
venidas en solitario, solamente, yo, mi música y mis pensamientos,
pensamientos de todo tipo. La mayoría relacionados con la buena
sensación de la TNT de la noche anterior, pero también mezclados
aparecerán pensamientos de motivación, entre ellos uno que suele
venirme muy a menudo a la cabeza: “El dolos es inevitable, el
sufrimiento voluntario”, así que intento disfrutar de esa
sensación de libertad que te da la bici, disfrutar de ver como tu
cuerpo, como si de una maquina perfectamente diseñada se tratase,
coordina todos los músculos de tu cuerpo para mantenerte en
equilibrio y a la vez en movimiento en ese fino objeto inventado por
el hombre.
Al final, 63 kilómetros en 2 horas,no
está mal, por lo menos para mí que no soy ni de lejos un buen
ciclista, pero bueno, he disfrutado, he sufrido, he pensado, incluso
he pensado en algún momento en parar antes de tiempo, pero no lo he
hecho, así que me voy contento para casa...he entrenado el cuerpo, y
sobre todo la mente.
Si algo aprendes haciendo deporte, o
por lo menos, eso he aprendido yo es que el cuerpo tiene un límite,
pero es normalmente la mente quien lo fija.
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