Estaba en mi cama, haciéndome el vago
en el transcurso de la mañana, disfrutando de la misma sin prisas y
sin nada especial que rondará por mi cabeza, cuando de pronto llega
un SMS al móvil, es Karim Balli invitándome a salir esta tarde en
bici. El recorrido que tenía pensado hacer es el mismo que había
realizado yo el día anterior, ya que él había participado ayer
domingo en una prueba y quería rodar suave hoy para recuperar un
poco. No puedo resistirme a la tentación, le contesto que sí y
enseguida me levanto de la cama para dirigirme al gimnasio sin
pensarlo, una breve sesión de apenas 1 hora y vuelta a mi casa para
almorzar, descansar lo justo, preparar la bici y ponerme rumbo de
nuevo a las Teresitas.
Una vez allí comienzo a prepararme, la
rutina es muy parecida a la de correr, me enfundo el maillot, me
coloco las zapatillas, coloco el GPS en la bicicleta, la banda de las
pulsaciones en el pecho...todo muy similar al día anterior, parece
in flashback. Solo una diferencia, esta vez iré acompañado con lo
cual no me hará falta música ni para motivarme ni para hacerme mas
ameno el trayecto de ida y vuelta que se repetirá sin cesar una y
otra vez, llevo la mejor de la motivaciones conmigo, o más bien, yo
con él, un compañero de viaje.
Las primeras idas y venidas, a pesar de
que el viento seguía haciendo de las suyas, y que la pendiente
continuaba con sus vaivenes, rodamos en paralelo. Mantuvimos una
buena conversación relacionada con el espíritu de sacrificio
necesario para el deporte, y como ese espíritu es luego aplicable al
resto de las acciones de tu vida cotidiana, transcurrieron de esa
manera cerca de 45 minutos. Que gran diferencia en comparación con
la tortura de ayer, llevamos 25 kilómetros y casi ni me he dado
cuenta. Como habíamos salido solo a acumular unos cuantos kilómetros
en las piernas el ritmo no fue demasiado alto, seguimos hablando un
poco de todo. Muchas veces de la gran aventura en que nos habíamos
embarcado desde hace tiempo por separado y que fue donde nos
conocimos. Otras de como todo esfuerzo tiene su recompensa..en
definitiva, un poco de todo.
Transcurrieron así 40 kilómetros, que
son los que tenía pensado hacer Karim, aun le faltaba pasar por el
gimnasio y la tarde iba ya dando paso a la noche. Así que cuando
llevábamos 1h 15min aproximadamente, decidió tomar rumbo al
gimnasio, llegaba la parte dura, tocaba continuar en solitario.
No me digáis como pasó, de donde
apareció, quien era, ni donde estaba anteriormente, pero justo
cuando Karim decidió dar la vuelta rumbo a Santa Cruz, y como si de
un guión de una película se tratase, apareció detrás mio un
compañero ciclista. Que suerte!!! no tenia que seguir rodando solo y
luchando contra el viento sin ninguna compañía. Además no hizo
falta ni una sola palabra, ni una sola mirada, ni un solo
gesto...simplemente se puso delante de mí y yo sin pensarlo siquiera
un instante me pegue a él, como si fuera una rémora que sigue a su
tiburón nodriza. Posteriormente los papeles fueron alternándose,
unas veces el delante y otras yo, así fuimos luchando contra el
viento y la pendiente el resto del trayecto.
Que maravilloso es el deporte, que sin
un sola palabra, sin solo gesto ni una sola explicación, dos
completos desconocidos forman ahora un solo objeto...eramos dos
convertidos en uno luchando contra el viento, contra el dolor en las
piernas y la falta de aire en los pulmones, y a pesar de ello íbamos
disfrutando. Llaneamos así durante varios kilómetros, mi GPS
marcaba ya 48 y el sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas.
Decidí entonces, y a pesar de que hubiera podido seguir disfrutando
de la compañía, aumentar un poco más el sufrimiento de mis piernas
y dirigirme a toda prisa hacia Igueste de San Andrés, iba a ser una
lucha a contra reloj entre la oscuridad y yo. Debía llegar y
regresar antes de que el Sol se ocultase por completo, y no faltaba
mucho para ello.
Me despedí de ese “amigo-desconocido”
que había sido mi mejor compañero durante esos 5 kilómetros, una
adiós y un agradecimiento mutuo fueron las únicas palabras que
cruzamos, pero estoy seguro que algún día nos volveremos a
encontrar y volveremos a ser uno solo en la carretera.
Dirigí entonces mi mirada hacia el
mirador que se encontraba en lo alto de la montaña, son apenas tres
kilómetros de subida y otros tantos de bajada hasta Igueste y luego
su Yang correspondiente. Conversé durante unos escasos segundo con
mi corazón, mis piernas y mis pulmones y les expliqué que
necesitaba un último esfuerzo para poder ir y regresar antes de que
la oscuridad se apoderara de la carretera, estuvieron de acuerdo...un
último esfuerzo para terminar el día. Fueron 12 kilómetros en los
que no paré de pedalear ni un solo instante, en los que apuré cada
centímetro de asfalto de cada curva para poder recortar todo el
terreno posible y en los que siquiera pensé en nada, solo pensaba
“pedalea, pedalea, pedalea”...el sol se iba ocultando, la
oscuridad se iba haciendo con la carretera. Pero he reconocer y
agradecer, que la conversación había tenido su efecto y allí
estábamos los cuatro, corazón, piernas, pulmones y mente, todos
trabajado en equipo para vencer a la oscuridad, en las subidas y en
las bajadas...todos juntos.
Al final logré llegar de nuevo a las
Teresitas antes del ocaso, habían sido 57 kilómetros, en los que
había de nuevo disfrutado y sufrido al mismo tiempo, y de nuevo ese
sentimiento de satisfacción se había apoderado de mí, otra batalla
ganada, otro día más, otro día menos por vivir, pero ha valido la
pena tacharlo del calendario.
Gracias Karim y gracias
“amigo-desconocido”.
...por un momento sentí que yo también pedaleaba... hasta nerviosa me puse
ResponderEliminarme encanta :D