Tocaba salir en bici, Adri me había
avisado, pero no pude salir con él por la mañana, tocaba trabajar.
Eso dejo en mi interior unas ganas inmensas de salir a rodar, de
volver a sentir el aire en mi cara, de volver a sentirme libre
durante unas horas, pero primero debía de ir a trabajar, tenía que
cumplir con mis obligaciones, quedan pocos días en este trabajo,
pero me gusta cumplir hasta el final, igual que en el deporte. Eran
las 15.00 horas, hora de salir de trabajar, apenas quedaban 3h y
media de Sol, así que había que apresurarse, la luz comenzaba se
declive y por ello no había tiempo que perder.
Apenas llegue a casa, preparé todo y
salí directamente a rodar, no hubo tiempo siquiera de almorzar, el
Sol jugaba en mi contra. A las 16.00 ya estaba todo dispuesto, la
bici montada, el GPS listo, las ganas hasta sobraban...era hora de
comenzar, el objetivo 60km en 2 horas.
Nada mas iniciar la marcha, una cosa llamó mi atención, todo un elenco de ciclista había decidido hoy salir a rodar. En mi primera vuelta me tropecé con todo tipo de ciclistas, altos, bajos, flacos, gordos, mejores y peores, pero todos compartíamos una cosa, teníamos ganas de ser libres. De nuevo, y como en alguna ocasión anterior ya había sucedido, nadie hablo con nadie, ni nos pusimos de acuerdo previamente, simplemente ocurrió así. Unos aminoraron su ritmo, otros aceleraron, algunos esperaron y otros se apresuraron, pero todos y conocernos de nada terminamos formando un grupo, un grupo que dentro de mí, decidí denominar LIBERTAD, me gustaba la idea.
Libertad rodó durante algunos
kilómetros como si de uno solo se tratase, todos aportaban su
granito de arena para dirigirnos hacia nuestro destino, como si
persiguiéramos una utopía inalcanzable, una utopía que cada vez
que te acercas a ella, se vuelve a alejar. Rodábamos persiguiendo
esa utopía inalcanzable, cada pocos metros el relevo se sucedía, y
un nuevo componente de libertad tomaba la cabeza y aumentaba el
ritmo. Pasados unos metros y al comenzar a fatigarse, un nuevo
componente tomaba la cabeza del grupo, dispuesto a darlo todo, a
luchar contra el viento, a sacrificarse por el resto del grupo,
intentando a toda costa que esa utopía no se alejará, eramos uno
intentando alcanzarla. Reconozco que hubo momentos en que se me
pusieron los pelos de punta, no podía creer que aquel grupo de
desconocidos que nunca se habían hablado, y sin saber como ni
porque, se habían puesto de acuerdo para sacrificarse unos por
otros, sin esperar recompensa algunas mas que la satisfacción de ser
uno solo luchando contra el asfalto.
Pasados algunos kilómetros, las fuerzas, no la ganas ni el compromiso, de algunos componentes fue en disminución, así que el grupo se fue alargando. Los más fuertes tomaron la cabeza, los más débiles en la cola, pero todos seguíamos persiguiendo esa utopía, esa sentimiento de libertad infinito que te proporciona rodar dándolo todo. Cada uno, dentro de sus posibilidades aportaba hasta el último granito de esfuerzo posible para rodar lo más rápido posible.
Al final se fueron creando pequeños
grupos, pequeñas islas de amistad entre desconocidos, que luchaban
,al igual que lucha la arena de la playa contra la subida de la
marea, de una forma infatigable contra algo que era inevitable que
apareciera, el cansancio.
Unido a un grupo de cuatro “amigos”, que nunca había visto y con los que nunca había hablado, continué rodando durante varios kilómetros, todos sin excepción aportaron todo lo que pudieron, y después un poco más, realizaron el mayor de los esfuerzos, y después un poco más, exprimieron sus piernas hasta que el dolor era insoportable, y después un poco más...luchábamos contra el viento, el desnivel, el cansancio, el dolor en las piernas, pero lo hacíamos como si fuéramos uno solo. Nos relevábamos una y otra vez, uno primero, a continuación el otro y así durante muchos kilómetros.
Al final, las fuerzas fueron
disminuyendo, y hubo un momento en que me quede solo. Varias vueltas
solamente acompañado por la música de mi cuñado (gracias Fran),
persiguiendo en solitario, pero con las mismas ganas y el mismo
empeño un objetivo imposible de alcanzar, una utopía, ganarme a mi
mismo.
Después de varios kilómetros, un
nuevo compañero que ya me había acompañado en el pelotón se unió
a mi, o yo a él, eso era indiferente. Nos miramos, y basto un
¿vamos? Para que todas las fuerzas de mi cuerpo volvieran a
recuperarse, un nuevo “amigo de viaje que ilusión. Me
“arrepentiría” de ello algunos kilómetros más tarde, terminó
con todas mis fuerzas. Impuso un ritmo infernal, un ritmo que a mi me
parecía sobrenatural, no pude mas que apretar los dientes, decirle a
mi cerebro que ignorara aquellas señales de dolor continuo que
llegaban desde mis cuádriceps y poner, como no, buena cara. Hice
algunos relevos intentado aportar todo lo que podía a este nuevo
equipo, el hacía lo mismo, ponía buena cara y aumentaba el ritmo ,
me relevaba cuando ya no podía más, y luego lo relevaba yo, aunque
hubiera querido no hubiera podido aumentar la velocidad ni un
kilómetro más, sufría y disfrutaba al mismo tiempo, estaba dándolo
todo, y después un poco más.
Tanto sufría y tanto disfrutaba, que
al final los 60 kilómetros previstos se habían convertido en 100,
objetivo cumplido, lo había dado todo, y después, más, 40
kilómetros de más, había conseguido ganarme a mi mismo.
GRACIAS LIBERTAD.!!!